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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Los “barbarismos” de la RAE

27 de abril de 2015 - 00:00

El otro día tuve la buena fortuna de que me atendieran rápidamente en el Registro Civil de Cuenca cuando obtuve mi nueva cédula por caducidad de la anterior. No obstante, al actualizar mi instrucción/profesión pedí que constara en femenino, pero mi solicitud fue negada y por consiguiente soy la “Doctor” Mancero. Si eso no es un barbarismo, quisiera que alguien me explique qué lo es.

Han pasado casi desapercibidos los últimos anuncios de la Real Academia Española RAE, pero hay al menos 2 colectivos que se han sentido afectados: los gitanos y las mujeres. Los gitanos por ser tildados de trapaceros (personas que engañan con astucia —ellos argumentan que mejor deberían definir así a los políticos—), y las mujeres por ser invisibilizadas.

Cuando la RAE hizo su anuncio de descalificar los manuales de lenguaje no sexista en español y de que no es correcto utilizar un código especial para visibilizar a las mujeres como el signo de arroba @, la x, o cualquier otro, pude observar que en las redes mucha gente celebró el tema con las burlas consecuentes que el todos y todas; quiteños y quiteñas; cuencanos y cuencanas; ecuatorianas y ecuatorianos genera en nuestro medio. Claro, la interpelación que pretende este uso termina por caer en absurdos y en trampas sin salida. Sin embargo, no podemos negar el sexismo en el lenguaje en palabras por sí mismas discriminatorias, como zorra por ejemplo; o en las profesiones, como el ejemplo personal que situé en el inicio de este artículo.

La lengua es una construcción colectiva y cultural, y está sujeta a cambios e innovaciones, pero también expresa en sí misma los odios sociales y las discriminaciones que persisten en los grupos humanos. Y esto ha quedado nítidamente transparentado ahora que la RAE dictamina esta medida.

El feminismo ha librado una batalla en el terreno del lenguaje, y lo ha hecho en las diferentes lenguas. El español no es la excepción, de hecho ha sido calificado como un idioma muy sexista. Librar esta lucha no significa que la visibilización e inclusión de las mujeres quede zanjada con que nos nombren simplemente, como suele pasar. La obsesión que frecuentemente las feministas ponemos en estos temas, es cierto, puede provocar un desplazamiento de los objetivos más importantes que son la inclusión de las mujeres en la vida práctica. Pero qué duda cabe que también pasa por el lenguaje, aunque no empieza y termina en él. Como dice una socióloga norteamericana: “Escribir chairperson es más fácil que pagarle a una chairwoman el sueldo de un chairman” (citado en Wagner, 2004).

Que la RAE descalifique de plano todos los esfuerzos de inclusión para el lenguaje no sexista es, en mi opinión, una barbaridad. Pero la lengua es libre, más allá de las formalidades de la Real Academia —que quizás no es tan academia ni tan “real”— los sujetos hablantes somos los que tenemos que apropiarnos de ella, y reinventarla para convertirla en un medio de expresión en equidad, sin caer en desatinos, pero tampoco permitiendo que se nos invisibilice o discrimine. (O)

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