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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Las brujas de San Borondón

18 de enero de 2018 - 00:00

Una obra de microteatro “naif”: “El santo prepucio”. Localidad: San Borondón (en el mito canario es una isla perdida), cerca de Guayaquil de fraguas de Vulcano. Aquí la censura aupada por un comisario que no alcanza para un relato kafkiano o teatro del absurdo, de Beckett: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, / guardé silencio, / porque yo no era comunista…”

A lo sumo da para picaresca, porque el género es comedia. El cartel tiene un salchichón y en la versión anterior un chorizo y sus respectivas monjas. Toda una lectura fálica, un desmonte del sistema patriarcal. Una guerra de imágenes para citar a Serge Gruzinski. La obra regresará pero se obliga a pedir disculpas. “Con la Iglesia hemos topado, Sancho”, diría don Quijote.

Hay también tragedia, porque todo fundamentalismo es eso: la lectura de la bula Summis desiderantes afecctibus, de Inocencio VIII, que desató la persecución de las brujas en el siglo XV, como si fuera algo normal en el XXI. De allí la palabra blasfemia contra las mujeres actrices. Antes los “herejes” iban a la hoguera. Eso lo supo Giordano Bruno y aquellos que sintieron en carne propia la bula Ad extirpanda, promovida por otro Inocencio IV, para usar la tortura y sacarles a sus víctimas la confesión de herejía. Del celo religioso nace el Anticristo, decía Umberto Eco.

Por acá, iniciaron con la extirpación de idolatrías en la época colonial mientras llevaban en andas al apóstol Santiago “mata indios”. En el libro De la estupidez a la locura, Eco señala que el tema de las reliquias iba con el factor económico porque eran un recurso turístico para atraer feligreses. “El prepucio de Jesús estaba expuesto en Calcata (Viterbo) hasta que en 1970 el párroco comunicó su sustracción. Ahora bien, han reivindicado la posesión de esa misma reliquia Roma, Santiago de Compostela, Chartes, Besanzón, Metz, Hildesheim, Charroux, Conques, Langres, Amberes, Fécamp, Puy-en-Velay, Auvergne”.

Modestamente, culmina Eco, esta historia la he contado en mi novela Baudolino pero no pretendo hacer creer a quienes no creen. Igual, el culto al santo prepucio fue prohibido por la Iglesia en 1900, con la amenaza de excomunión a quienes lo siguieran ante la presencia de 14 “originales pellejillos divinos”.

Queda la frase de Stanislavski “Toda lesión, toda violación de la vida creadora del teatro es un crimen.” ¡Todos al teatro! La intolerancia no se combate solo en las redes. (O)

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