La Función Legislativa es el centro democrático del país. Reúne en su seno a la diversidad política de la sociedad, ejerciendo como actividades fundamentales las de legislar y fiscalizar.
En relación a la primera, anotamos que la norma jurídica es el fiel reflejo de la filosofía y programa de gobierno que se trata de ejecutar, siendo importante que su tratamiento sea dado en espacios legislativos coherentes con dicha impronta. Sobre la fiscalización, tarea propia del juez político, tanto el exceso como la ausencia minan la confianza ciudadana. En nuestra historia contemporánea hemos visto ambas facetas y la frustración democrática aflora inmediatamente.
Ahora bien, nuestro actual parlamento se conformó y estructuró a base de una determinada realidad política, en la que una clara mayoría legislativa copó sus instancias. Sin embargo, cuando el movimiento electoralmente triunfador se fractura y surgen los correístas y morenistas, los espacios ya repartidos se mantienen en beneficio, justamente, de quienes ahora son minoría, los correístas. A veces coinciden y otras no, pero lo cierto es que las autoridades e integrantes de algunas comisiones legislativas, que son el motor de la institución, marchan en sentido contrario al sentir nacional y sin el poder de convocatoria necesario.
Es una contradicción esencial que las minorías traten de imponer la agenda de la Asamblea Nacional, en contraposición con las aspiraciones y deseos populares que se pronunciaron plebiscitariamente hace pocos días. Es necesario sentido patriótico y sensatez, un consenso que permita un cambio en los espacios legislativos conforme a la nueva realidad.
Sería lo democrático y en beneficio del país, lo contrario es aferrarse a reductos desde los cuales se defienden posturas políticas, válidas, por cierto, pero desajustadas a las demandas actuales de la nación. De no darse, la solución sería crear e integrar nuevos espacios legislativos en relación a los temas que deben evacuarse. (O)
