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El Telégrafo
Íñigo Salvador Crespo

El Chimborazo y John Quincy Adams

07 de enero de 2018 - 00:00

Hace poco escribí en este espacio sobre la Doctrina Monroe, antecedente de la ‘Estrategia de Seguridad Nacional’ del presidente Trump. Es sabido que su verdadero autor fue John Quincy Adams, secretario de estado de James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos, e hijo de John Adams, su segundo presidente; más tarde, el mismo John Quincy sería el sexto presidente. 

Derrotado Napoléon, en 1815 las potencias de la Santa Alianza (Rusia, Prusia y Austria), se imponen, entre otras cosas, recobrar las colonias americanas para España.

En 1823 Adams redacta el Informe del Estado de la Unión de Monroe. En él, de forma incluso poética y que atañe de cerca al Ecuador, expresa lo que fue inicialmente profesión de fe anticolonialista y que solo más tarde adquiriría connotaciones de imperialismo.

Adams postula que América nunca pueda ser recolonizada, diciendo: “Se hundirá el Chimborazo en el fondo del océano antes que los Santos Aliados logren restaurar su dominio en el continente americano”.

¿Por qué nombra Adams al Chimborazo? Pues bien, en 1823 se conocía a esa cumbre andina como la más alta del planeta; poco se sabía de los Himalayas y la altura del Everest no sería medida sino casi 30 años después.  Así, era tan improbable que las potencias europeas recuperasen su yugo en América como que el volcán más alto del mundo sucumbiera en un cataclismo.

Me atrevo a postular que, de visita a Jefferson en Washington, en su viaje de vuelta a Europa en 1804, pudo el gran Humboldt haberse ufanado de su ascenso al Chimborazo, en círculos sociales frecuentados por Adams, a la sazón senador.  

La huella del Chimborazo perdurará en el espíritu de Adams: en su discurso de celebración del cincuentenario de la elección de George Washington (1839), aludirá al “Chimborazo de eterno fulgor solar en la testa y perenne escarcha en el ceño” y en su poema “A Sally” (1841) se referirá a las “alturas asfixiantes del Chimborazo” donde el hombre justo “camina sobre lava ardiente”. (O) 

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