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El Telégrafo
Cecilia Velasco

Con mis hijos no te metas

17 de febrero de 2018 - 00:00

En Los viajes de Gulliver, (1726), Jonathan Swift describe lo que su protagonista ve a lo largo de su periplo: los habitantes de Lilliput, por ejemplo, sostienen que la concupiscencia, propia del reino animal, lleva a un hombre y una mujer al acto de la procreación; ella también genera sentimientos tiernos hacia los infantes.

Por eso, los liliputienses no aceptarían que los hijos, por haber sido engendrados, se sientan obligados con sus padres. Además, haber nacido no implica gratitud per se. “Por estos y los consiguientes razonamientos opinan que los padres son los últimos en quienes se puede confiar para la educación de sus propios hijos.” Planteamientos novelescos que no dejan de contener verdades filosóficas.

Por otra parte, si bien muchas familias resultan un refugio, varias constituyen un infierno. El Consejo de Europa ha mostrado estadísticas: un 20% de adultos de ese continente sufrió abusos en la niñez, 85% de los cuales se cometió dentro de casa. Según la Agencia EFE (julio, 2017), el representante para Ecuador de UNICEF mostraba que el 65% de casos de abuso infantil se produce en la intimidad familiar. ¿No debería advertirse sobre los peligros que la institución familiar puede entrañar?

El movimiento “Con mis hijos no te metas” expresa en su denominación la autosuficiencia y arrogancia de unos adultos que se creen infalibles para educar a sus hijos. En lugar de buscar vínculos con la comunidad, se erige como referencia única. Hay que recordarle que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás, imponiendo no sólo a la familia, sino a la sociedad y al Estado la obligación de asistir y proteger al niño, con la finalidad de permitir el pleno ejercicio y la eficacia de sus derechos.”

En sociedades abiertas a influencias culturales y valores democráticos, los padres y madres deberían aspirar a una educación en la que adultos responsables y formados coadyuven a formar seres críticos y autónomos. Más que hijos, los niños son sujetos con derechos. (O)

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