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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Una Asamblea Nacional para el futuro

13 de febrero de 2017 - 00:00

De las lecciones que va dejando esta campaña, están las de cierto periodismo, de querer evadir los temas fundamentales de Ecuador de los próximos años y concentrarse o en la campaña sucia o en pretender un periodismo anodino, puro y casto; de falsas arrogancias intelectuales centradas en mencionar, citar algún que otro autor complejo, y de esa manera evitar el pronunciarse sobre lo que está pasando en Ecuador, pero sobre todo lo que está en juego el próximo 19 de febrero. Nadie en su sano juicio buscará que Ecuador tenga como futuro programas o planes de gobierno que añoren el país de antes de 2007 o que tienen como futuro el país del retorno a la democracia en 1979. Nadie en su sano juicio, como ciudadano, querrá que el país se reconvierta a la vieja institucionalidad, pobre, desacreditada, ineficaz, de un modelo neoliberal que en este país ni siquiera pudo ponerse de acuerdo sobre cómo gobernar, sobre el para qué tener poder político, terminando por desmantelar la riqueza social que nos llevó al colapso total en 1999. Nadie en su sano juicio, ahora, puede pretender una falacia del objetivismo y la imparcialidad. Basta entender un mínimo de física y mecánica del siglo XX para comprender que eso nunca ha existido y que nada tiene que ver con la vulgarización del término libertad. Ahora, a escasos días de una elección trascendental, donde se juega el presente y futuro de Ecuador, donde se juegan dos visiones sociales, políticas, económicas e incluso ideológicas -a pesar de que esto produzca urticaria a ciertos opinólogos- es necesario tener bien en claro que no solo basta ganar con un programa que profundice la dignificación de la gente, de los ciudadanos; que tenga claridad de que la economía es útil en medida de servir a las mayorías, donde la solidaridad sea el mayor valor ético; no solo ganar la Presidencia, sino que esa ganancia debe ser articulada con una victoria sólida en la Asamblea Nacional, si no, nos veremos abocados a una oposición, la vieja oposición partidocrática, que buscará obstruir cualquier iniciativa presidencial. Esa vieja oposición, incluidos los rostros jóvenes, tiene una obsesión por hacer de la política show mediático, drama y paradoja, con tal de no dar paso a lo que Ecuador demanda de una Asamblea: legislar y fiscalizar como manda la ley. La oposición, no nos engañemos, no solo piensa en contener los avances estructurales logrados, sino que ya piensa en la tarima para 2019, y la demostración es que son firmes creyentes de que el sistema político, los partidos y movimientos, son y deben ser simples -ni siquiera máquinas- asociaciones oportunistas para encumbrar a falsos líderes sociales. No hay duda alguna de que la cultura política ecuatoriana aún avanza a pasos muy lentos, por eso se necesita cordura, afectos sanos y decisiones claras a la hora de votar porque lo que se merece el país. Sabemos que no nos merecemos una Asamblea endeble, de patadas, puñetazos, pistolas al cinto, pero sobre todo de ‘representantes’ con una hemorragia e incontinencia verbal, bazofia ecléctica, todo lo contrario, necesitamos gente serena, que no dé tregua a ninguna forma de corrupción y que legisle propositivamente en bien del Ecuador de este siglo, por si acaso, que estamos en el siglo XXI, ni en el XIX ni en el XX. En el XXI, donde los medios no deben ser partidos políticos, y donde lo público no es dádiva ni creación editorial, sino disputa por el bien común. (O)

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