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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Un solo grano inclina la balanza

17 de enero de 2017 - 00:00

Se espera que Trump sea tan buen violinista como el magistral guitarrista que ha demostrado ser, porque lo que le aguarda es hueso duro de roer. El sector del establishment, que se opone a sus ideas, es muy poderoso y le va a interponer tales obstáculos que los del presidente saliente van a parecer niñerías; es que lo que está en juego es mucho, y no solo a nivel de EE.UU.

Lastimosamente, la gente estúpida y los tontos que, según Trump, creen que “tener buenas relaciones con Rusia es malo”, abundan en todos los sectores y, más que nada, entre los que poseen el poder real, que son quienes alimentan la histeria rusofóbica a nivel mundial. Si logra controlarlos, será un gran presidente, uno de los mejores, no solo porque habría evitado la guerra con Rusia, sino porque habría conseguido que ese país les respete “mucho más de lo que lo hace ahora” y porque alcanzaría el aprecio general, al demostrar que no se necesita de guerras para conquistar el reconocimiento universal.

Julian Assange ha señalado que toda esta tramoya, sobre la intervención rusa para lograr el triunfo de Trump, no es más que es un intento de restarle legitimidad a su futura administración, tramoya que el mismo Trump califica de “política de caza de brujas”, pues comprende que el mundo tiene “bastantes problemas como para crear uno más”; esto último le convierte en un estadista, ya que comprende que Rusia y EE.UU. “deben trabajar juntos para resolver algunos de los muchos problemas y grandes temas apremiantes que hay en el mundo”. ¡Bravo! Así se habla.

Solo falta reformar a la CIA para que, como señala Dan Coats, futuro director de Inteligencia Nacional, se convierta en “una infraestructura de inteligencia robusta y responsable”, esencial para la seguridad, que tenga “toda la información que necesitan para proteger al pueblo estadounidense de las amenazas que enfrenta”, que en la actualidad están representadas por “los crueles, peligrosos y sangrientos radicales islamistas” del Estado Islámico, armado y entrenado por la CIA. Como pretende Trump, a la CIA se le restaría, de esta manera, la posibilidad de dar golpes de Estado, aun en los mismos EE.UU., como lo ha hecho en el resto del mundo, y cesaría de ser el instrumento de intervención que ha sido hasta ahora.

Es posible que, para evitar que este 20 de enero Trump asuma la presidencia, se pretenda sembrar el caos en todo EE.UU.; para ello se están organizando en su contra gigantescas manifestaciones. Los neocon evitarían así que Trump audite al Banco de la Reserva Federal, que controla las finanzas de EE.UU. y emite dólares de manera inorgánica; que investigue lo que realmente pasó el 9/11, cuya versión oficial es, según él, una flagrante mentira que contradice las leyes de la física; que cese el envío de las fábricas de EE.UU. al extranjero, que destruye a la clase obrera norteamericana; e imponga impuestos a las ganancias exorbitantes de Wall Street, que da luz verde a la concentración del 99% de la riqueza en el 1% de la población.

Una cosa es clara: lo que se mueve se sostiene y hasta ahora Trump se ha movido como nadie. Sin embargo, para lograr el éxito completo, debe inclinar la balanza conquistando a la élite intelectual de EE.UU., dura de convencer y que para apoyarle exige hechos. (O)

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