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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Un fantasma recorre Ecuador…

22 de junio de 2015 - 00:00

Es el fantasma de la derechización. Y nos asecha a todos, a las oposiciones y al propio oficialismo. El proyecto tibiamente redistributivo —elaborado en una extraña coyuntura que no acabamos de comprender pero que bien podría significar un golpe de timón para recuperar el protagonismo político y puntos en las encuestas de opinión— fue retirado para evitar que “arda Troya” en los albores de la venida del Papa.

Triunfó el discurso correspondiente al “ethos realista” —diría Bolívar Echeverría— de la furibunda derecha opositora, aquel que se fundamenta en la ficción del esfuerzo personal y familiar, del denodado sacrificio para la creación de riqueza, y en el goteo que a fuerzas esto puede generar para los de bien abajo. Desde el lado de la izquierda imperó, como era de esperar, la desconfianza, la sorpresa y la falta de perspectiva para distinguir cuando algo puede ser respaldado, independientemente de que esto signifique endosar réditos electorales al gobierno. Demasiada agua ha corrido bajo ese molino, el agua de la falta de reconocimiento. Ni pensar en apoyar, más fácil fue salir a la Shyris.

Pero esta derechización también asecha a la mayoría de la población ecuatoriana, o al menos eso dicen las encuestas, que una supuesta mayoría no estuvo de acuerdo ni con el tema de las herencias ni con el de las plusvalías. Una arribista y confiada clase media que aspira siempre a trepar, puede ahora sí en sus imaginarios, soñar con ser propietaria y candidata a dejar medianas herencias. ¿Y las clases populares? ¿Alguien las ha escuchado?

Nuevamente pregunto —porque fueron los grandes ausentes— ¿Dónde se encuentran los desheredados de esta tierra? Parece que se esfumaron, parece que ya todo es clase media para arriba, parece que los datos de reducción de la pobreza que se ha esforzado por difundir este Gobierno cobraron una dimensión real y se hipostasiaron.

Desaparecieron los desheredados porque una parte habitualmente silenciada no puede ni quiere hablar, y quizás otra está confundida o convencida del propio “ethos realista”. Todo esto expresa el fracaso de una “revolución” sin base social popular, aquello que recuerdo fue una de las  preocupaciones iniciales de este proceso político, que al parecer se perdió en el camino.

Hoy nos han invitado a un debate nacional sobre el país que queremos. Y esto nos coloca, como dice el bolero, en “un mundo raro”. Según recuerdo esto ya lo hicimos, aunque atropelladamente por las urgencias, definimos el pacto social de Montecristi; una abrumadora mayoría aprobamos este pacto y los que lo hicimos quizás solo nos sentamos a esperar la concreción del mismo, sin luchar como debíamos para su implementación. Ahora nos vuelven a decir que debemos definir el tipo de sociedad que queremos, ¿acaso no es la del Sumak Kawsay que incluye la equidad? Resulta extraño que se reabra ese debate en las condiciones más adversas posibles, cuando ya está instalado el fantasma de la derechización de un ethos realista en cierta parte de la población que vio hacer aguas un proyecto revolucionario, del cual ahora desconfía. (O)

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