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El Telégrafo
Alfredo Vera

Un ejemplo de dignidad

21 de febrero de 2017 - 00:00

Sin lugar a la menor duda, con independencia de los resultados del proceso electoral que acaba de vivir Ecuador, la figura política que está a la más grande altura de la historia del siglo XX y lo que va del XXI, el Eco. Rafael Correa Delgado, es el artífice y forjador mental del movimiento Alianza PAIS, sustento de la Revolución Ciudadana, que ha transformado la vida en nuestra sociedad, en todos los órdenes de la convivencia humana.

Por encima de los resultados que se manifiesten en las urnas, la imagen de este personaje se mantendrá en la memoria, no solamente de los ecuatorianos, sino también en el recuerdo de todos los que pudieron conocerlo o tener referencias de lo hecho en un pequeño país, como Ecuador, que superó todas la cifras que evidencian desigualdades, marginalidad y limitación de esperanza para una mejor vida suya, de su familia, de sus amigos y de toda la colectividad. Difícil recordar que en otro caso haya habido tal cúmulo de difamación, de falsas acusaciones, de calumnias, de manipulación acerca de su personalidad, que está por encima, incluso, de sus colaboradores, puesto que cada persona responde de sus actos por sí mismo y no de los demás.

Tuvo la valentía de romper los vínculos sanguíneos con su hermano que estaba presionando para que le concedan contratos de construcción de obras en toda la República, individuo al que yo personalmente califiqué como ‘Caín’, por su tremenda deslealtad, destruyendo la fraternidad, virtud que tanto duele a cualquier ser humano. Igual cosa sucedió cuando rompió con un pariente que abusó de su situación administrativa, haciéndole otorgar un crédito a un individuo extranjero, generando la posibilidad de que le endilguen algún interés pecaminoso.

Hasta último momento, previamente al cierre de la campaña electoral, el hermano Fabricio (‘Caín’) se prestó para aconchabarse con los enemigos y acusarlo de mantener algún tipo de contacto o de interés en el cometimiento de delitos contra el Estado.

Si eso hacía su propio hermano, imaginemos hasta dónde podían llegar los enemigos gratuitos que se habían contagiado del odio visceral, lleno de rencor y también de envidia, con que juzgaban los actos del gobernante.

Pero de nada les valió la terrible campaña desatada en los medios sociales para denigrar su imagen y ver si consiguen disminuir el grado de respaldo y admiración que le profesa buena parte del pueblo ecuatoriano, que incluye, como acto de justicia, a los más pobres y más necesitados, que recibieron el beneficio para sus hijos de una educación de calidad, incluso la posibilidad de obtener una beca para estudiar en alguna de las mejores universidades del mundo, y para el resto de su familia, el acceso a un sistema de salubridad en mejores condiciones que la atención médica de los más afamados hospitales privados. Pero, sin lugar a dudas, una de sus más exitosas gestiones es la de haber conseguido disminuir la inequidad para que los sectores más empobrecidos reciban una mejor remuneración en sus trabajos, así como en el acceso a la educación y a la salud.

No hay en toda la historia contemporánea alguien, como él, que haya terminado su gestión de Primer Mandatario, con un respaldo tan amplio y solidario de quienes no olvidarán los méritos de su gestión. Ecuador pasó de una época de cambio a un cambio de época. (O)

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