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 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Trotsky desembarca en Guayaquil

06 de septiembre de 2017 - 18:30

En un epígrafe de El hombre que amaba los perros, de Leonardo Padura, se puede leer: “La vida (…) es más ancha que la historia”, de Gregorio Marañón. El libro trata sobre la desafortunada vida de León Trotsky y de su asesino Ramón Mercader (no contaré cómo lo mata). Es un texto vertiginoso, de estructura de rompecabezas, que se arma y devela la miserable condición humana mostrando ese espejo que todos somos: héroes y villanos, tras una utopía. ¿Qué habría pasado si el legendario revolucionario, desplazado por el gregoriano Joseph Stalin, se alzaba con el poder en esa Rusia que fusiló a los Romanov?

Ahora, merced a la Feria del Libro Guayaquil 2017 -impulsada por su Cabildo y bajo las directrices de Cecilia Ansaldo Briones- el escritor cubano llega a estas tierras, bajo la mirada del detective Mario Conde, pero sin Molotov.

Además, estará presente Álex Grijelmo, proveniente de España, con su defensa apasionada del idioma que liberó Antonio de Nebrija y que por las andaduras del Caballero de la Triste Figura sabemos de la belleza sin par de Dulcinea y de un escudero, Sancho Panza, que escuchaba refranes que aún usamos después de siglos: “Quien busca peligro perece en él”, “Cuando a Roma fueres, haz como vieres” o “Más vale al que Dios ayuda que al que mucho madruga”.

La feria, obviamente, tiene la presencia de la nueva narrativa ecuatoriana donde se destaca Mónica Ojeda, como parte de los casi 40 autores. Es un espacio donde no se ha descuidado al cómic, la crónica latinoamericana, concursos de novela corta, obras de teatro, pero de manera especial está dedicada a los niños y jóvenes para incentivar la lectura. Esto último es la buena noticia, porque a los asiduos lectores no hay que convencerlos. “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”, escribía Jorge Luis Borges.

Como es época de lecturas, comparto este texto de Eduardo Galeano, publicado en El libro de los abrazos: “¿Quiénes son mis contemporáneos? -se pregunta Juan Gelman. Juan dice que a veces se cruza con hombres que huelen a miedo, en Buenos Aires, París o donde sea, y siente que esos hombres no son sus contemporáneos. Pero hay un chino que hace miles de años escribió un poema acerca de un pastor de cabras que está lejísimos de la mujer amada y, sin embargo, puede escuchar, en medio de la noche, en medio de la nieve, el rumor del peine en su pelo; y leyendo ese remoto poema, Juan comprueba que sí, que ellos sí; que ese poeta, ese pastor y esa mujer son sus contemporáneos”.

Ojalá, cada ciudad, cada parroquia -además de la pólvora y las verbenas- tuvieran sus modestas ferias del libro. Porque un pueblo que no lee es como un humano con el mal de Alzheimer, no sabe quién es y peor a dónde va. Así en la ignorancia a cualquiera lo engañan, decía Simón Rodríguez, maestro de Bolívar. (O)

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