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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

"Sería culpa nuestra"

30 de noviembre de 2017 - 00:00

América Latina existe porque logró constituirse en un campo geopolítico cultural en la era de la globalización capitalista (S. XIX-XX). Ese hecho inconmensurable no es una obra indestructible, sino una circunstancia producto de la acción, la creación y las ideas propias. Como campo cultural nuestra América es el resultado de la urdimbre de sus singularidades históricas; como campo político, consecuencia de miles de pulsos, pero fundamentalmente de dos acontecimientos: las independencias y la Revolución cubana. Sin las independencias y sin la Revolución cubana no existiría hoy América Latina como campo político y plexo contrahegemónico y antiimperialista.

La incidencia de la Revolución cubana en la configuración del campo de poder latinoamericano tiene que ver con el momento histórico en el que se produjo, la ubicación geográfica de la isla y las características del proceso. Cuba, ubicada en el Atlántico Norte (mar Caribe), marcó siempre el límite del área nuclear del imperialismo anglosajón en el contexto del desarrollo del capitalismo industrial y su expansión mercantil.

Su revolución, cuyo propósito inicial era consagrar la soberanía, se produjo en la etapa posterior a la Revolución rusa y a la Segunda Guerra Mundial, hecho que marcó la decadencia política de Europa y el desarrollo del imperialismo norteamericano, que dio paso a la Guerra Fría o tensión entre EE.UU. y Unión Soviética, como dos modelos políticos de una misma modernidad: el liberal capitalista y el socialista. Ese contexto, las circunstancias objetivas, la lucha histórica contra el coloniaje, su vecindad con el naciente imperio norteamericano y el desarrollo del pensamiento político filosófico martiano, marxista y leninista, definieron el carácter socialista del proyecto político cubano.

Las armas fundamentales de Cuba para alcanzar sus objetivos y el posicionamiento de América Latina como lugar de contrapeso fueron esencialmente el internacionalismo, la ética política y la retórica socialista antiimperialista, acompañada de un experimento exitoso que se refleja en grandes logros de justicia social y desarrollo humano, como la eliminación del analfabetismo y la desnutrición, y la mayor tasa de matriculados universitarios del mundo.

La Revolución cubana como paradigma y matriz de la Latinoamérica geopolítica lleva la impronta de Fidel Castro Ruz, un líder ético que alcanzó la estatura de sabio político (1926-2016). En 1983, Fidel habló sobre el peligro de la desunión. En 2005 advirtió que una revolución no podría ser batida por externalidades, pero sí autodestruida por los propios revolucionarios. Y agregó: "Nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra". (O)

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