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El Telégrafo
Germán Gorraiz López

¿Será Donald Trump víctima de la "conexión rusa"?

03 de noviembre de 2017 - 00:00

Para intentar explicar la sorpresiva victoria de Trump, inevitablemente recurrimos al término “efecto mariposa” como “una vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que terminarán por configurar el puzzle inconexo del caos ordenado que se estaría gestando en EE.UU. y que terminará por provocar un cambio cualitativo en el status quo actualmente imperante. Así, con el inesperado triunfo de Donald Trump asistimos a la irrupción del llamado “escenario teleonómico” en contraposición al ”escenario teleológico” actualmente vigente y que vendrá marcado por dosis extremas de volatilidad debido a la personalidad paranoica del actual presidente.

La personalidad de Trump encajaría plenamente en la descripción médica del trastorno conocido como psicosis paranoica pues su pensamiento es rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, solo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción y aunque esté aquejado de dicho trastorno delirante, sería bastante funcional y no tiende a mostrar un comportamiento extraño excepto como resultado directo de la idea delirante (léase la construcción del Muro con México). En el caso concreto de Trump, estaríamos ante un caso típico de paranoia megalómana, delirio de grandeza que provoca que el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión (restaurar el White Power en una sociedad en la que la evolución demográfica provocará que la población blanca será minoritaria en 2043). Finalmente, otro rasgo de su personalidad sería el histrionismo que le impele a “llamar la atención pública y ser temerario en sus afirmaciones sin importarle la opinión de los demás debido a su evidente falta de moralidad”, signos propios de un autócrata en potencia, por lo que convendría recordar la advertencia del considerado padre de la Constitución norteamericana, James Madison, quien llegó a asegurar que “la acumulación de todos los poderes, legislativo, ejecutivo, y judicial, en las mismas manos, y si es hereditaria, autonombrada, o electiva, se puede equiparar a la misma definición de la tiranía”.

Hasta Eisenhower, la CIA fue únicamente la organización de inteligencia central para Estados Unidos y estuvo detrás de múltiples tareas de entrenamiento de insurgentes y desestabilización de gobiernos contrarios a las políticas del Pentágono, pero los lobbys militar y financiero no pudieron resistir a la tentación de crear un gobierno de facto que manipulara los entresijos del poder, derivando en la aparición de un nuevo ente (el complejo militar-industrial, en palabras de Eisenhower), refractaria a la opinión pública y al control del Congreso y Senado de los Estados Unidos). En la actualidad, la Compañía se habría transmutado en el llamado Departamento de Seguridad Nacional y de la hidra-CIA habrían nacido 17 nuevas cabezas en forma de agencias de inteligencia que integrarían la Comunidad de Inteligencia de EE.UU. ( la Cuarta Rama del Gobierno según Tom Engelhardt) , agentes patógenos de naturaleza totalitaria y devenidos en Estado paralelo, verdadero poder en la sombra fagocitado por el “Club de las Islas” de George Soros y que se habría conjurado contra un Trump partidario de una Geopolítica Primus Inter Pares entre EE.UU. y Rusia (G2). (O)

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