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El Telégrafo
César Hermida

Salud sexual

17 de diciembre de 2016 - 00:00

Con el título de ‘Somos un cuerpo’ la poeta y novelista Lucrecia Maldonado aseguraba hace un par de años (EL TELÉGRAFO 10/12/14, en tiempos de críticas a las conservadoras ideas sobre la salud sexual y los enfoques de la educación de la misma, como expresiones y acciones gubernamentales) que las religiones descendientes de la tradición judía ortodoxa habían estigmatizado la sexualidad “reduciendo las bellas manifestaciones de amor y búsqueda de placer erótico a meros ‘vicios’ de todo tipo”.

Aseguraba que casi ignoraron uno de los más bellos libros del Antiguo Testamento, El Cantar de los Cantares, y el milagro de la conversión del agua en vino para bautizar la inauguración de la vida sexual de una pareja.

Decía Lucrecia que las religiones monoteístas limitaron la sexualidad con la norma moral del matrimonio con mujer virgen, fidelidad absoluta, sexo solo para la reproducción. Fuera de ella, había deshonra, pecado, abominación escandalosa. Y en el contexto de esa moral, se dan, en estos tiempos, los embarazos adolescentes, los escándalos de la pederastia eclesiástica, y otros.

Lucrecia opinaba cuando desde la Presidencia de la República se tomaban decisiones conservadoras en esta materia. Parecía y parece ahora conveniente opinar para que en los próximos meses se aborde con mayor entereza la política pública sobre el tema. Reabrir la riqueza documental del antiguo programa Enipla, y propiciar una enseñanza sin tapujos sobre la salud sexual de los niños, los adolescentes, los adultos y los adultos mayores. Debatir sobre la legalización de la suspensión de los embarazos en casos específicos.

En un contexto de reciprocidad, solidaridad y complementariedad entre las parejas, no se puede negar la riqueza de los placeres de los cinco sentidos físicos del cuerpo y de aquellos infinitos de la mente para compartirlos hacia el logro de una vida afectiva plena que propicie la felicidad humana. Vida plena, tranquila, austera, del buen vivir, con la satisfacción de los requerimientos alimentarios, de la sexualidad, del trabajo, para la plena realización de la vida individual y colectiva, objetiva y subjetiva, que permita lograr la emoción de la felicidad.

La sociedad actual exige análisis y debates sobre los viejos y limitantes conceptos de pecado, culpa, estigmatización, castigo. Como se combate la corrupción debe combatirse el miedo y la amenaza inquisitorial. La salud sexual es diferente de la salud reproductiva, aunque esta se base en aquella. Las dos incumben a las indispensables nuevas políticas públicas. (O)

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