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Roberto Follari (*)

Revolución Ciudadana: qué clase de continuidad

02 de junio de 2017 - 00:00

Triunfó electoralmente Alianza PAIS, y quien fuera su candidato es hoy el presidente de Ecuador. Ciertamente, se trata de la continuidad del gobierno de la Revolución Ciudadana.

Así lo ratificó el nuevo Presidente, cuando en su discurso de asunción del mando, señaló expresamente que Rafael Correa es el líder de esa Revolución ciudadana. Y cuando señaló a su gobierno como el que toma el legado de los 10 años de mandato de la administración anterior. Pero toda continuidad es no homogénea. Hay, en este caso, nuevo período y nuevo presidente. Ello conlleva modificaciones parciales, pero siempre presentes. En el mismo discurso, el mandatario entrante señaló que deja de lado los enlaces sabatinos. Y enfatizó su modalidad personal, dialoguista y dispuesta a la escucha, en cierto contraste con el estilo más frontal y polémico de su antecesor.

Ciertamente, es por todos bienvenido lo que pueda aportarse por vía de la actitud dialogal, en favor de la conciliación y la baja de la contenciosidad social y política. Sin dudas que ello es una contribución a la necesaria vía pacífica y respetuosa de resolución de conflictos, que debe primar en toda democracia. Sin embargo, y ya establecido lo anterior, poco del conflicto social surgido durante la vigencia de los gobiernos populares latinoamericanos de las últimas décadas (entre los cuales, sin dudas está el de Correa) se debe a las formas, a los estilos personales. Estos, por supuesto, pueden aportar algún grano de arena. Pero se equivoca quien crea que allí esté el meollo de la cuestión.

Un gobierno que se enfrenta a los poderes establecidos, entra en conflicto con intereses que son fuertes y hegemónicos. Pisa inevitablemente algunos callos. Y esto promueve reacciones y conflictos, los cuales hay que hay que afrontar cuando se quiere ser fiel a lo popular. La disyuntiva es: o pocos conflictos y mucha subordinación a los poderes establecidos, o asumir más conflictos, por la escasa o nula subordinación a esos poderes. No existe una tercera vía, de escasa subordinación y pocos conflictos: eso es deseable idealmente, pero fácticamente imposible. No hay rosas sin espinas, ciertamente.

Por ello, la contribución del nuevo Presidente con su estilo dialógico es importante: disminuye los factores ‘extra’ que puedan contribuir a una condición política fuertemente polémica. A la vez, seguramente se asume que hay una condición de la política en favor de lo popular, que es necesariamente divisora de aguas y de posiciones. Y, acorde a como lo ha proclamado el eminente politólogo Ernesto Laclau, ello implica que la polarización de la sociedad se hace inevitable -al menos hasta un cierto punto- cuando se busca redistribuir la renta y favorecer así a los sectores más pauperizados de la sociedad. (O)

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