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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

Retos de la nueva cosmología a la teología (I)

10 de mayo de 2016 - 00:00

Ciencia y religión confrontan misterios. Una y otra son conclusivas. La ciencia, a pesar de inmensos progresos, no logra resolver misterios como el de los agujeros negros, incompatibles con la teoría de la relatividad, ni establecer una teoría unificada; apenas hace unos años comenzó a descubrir ‘exoplanetas’, que pueden ser trillones, muchos de ellos capaces de albergar vida. La religión, a su vez, tiene el reto de replantear ciertos dogmas a la luz de descubrimientos científicos, como ya lo tuvo que hacer, si bien tardíamente, a propósito de Galileo.

A este respecto, Norberto Bobbio, quien prefiere hablar de distancias entre fe y razón, distingue entre religión y religiosidad, y hace la defensa de una religiosidad de la duda, “que se opone a las respuestas certeras”. Ante la pregunta: ¿Cómo y por qué el pasaje de la nada al ser? Bobbio, hombre de razón, reconoce que no somos capaces de entender qué había antes. “Es imposible” concluye. De hecho, el Big Bang se observó fracciones de segundo después de ocurrir. La ley de la gravedad, que domina el universo, impidió ver más atrás.

Para esclarecer el concepto de religiosidad de la duda, refiero a mis lectores a un enjundioso y extenso escrito del sacerdote claretiano José María Vigil, titulado ‘Errores sobre el mundo que redundan en errores sobre Dios. Los desafíos de la nueva cosmología como tareas para la teología y la espiritualidad’. Fue publicado en agosto de 2014 en la revista Fe y Pueblo, del Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, La Paz, Bolivia, y merece ser divulgado.

Para comenzar, el autor cita la “Summa contra Gentiles” de Santo Tomás de Aquino, quien sostenía que “un error sobre el mundo redunda en un error sobre Dios”, y que “una concepción equivocada acerca de las criaturas lleva a un falso conocimiento de Dios”. Esto inspira a Vigil a abordar errores teológicos evidenciados por los avances científicos.

El primero, el geocentrismo, conflicto emblemático entre ciencia y fe, ya resuelto. Aunque la Tierra sigue siendo, en expresión del mismo Vigil “el centro salvífico de la realidad cósmica, porque en ese planeta pequeño y marginal tuvo lugar el misterio realmente central de todos los tiempos, cuando Jesucristo murió por los seres humanos y salvó a toda la humanidad y al cosmos, a todas las criaturas, que gimen en dolores de parto”.

El antropocentrismo es otro gran error. No tenemos un origen diferente o superior a los demás seres vivos. Somos más bien una rama más del árbol de la vida, rama de primates “en la que, gracias a un salto cualitativo de la vida, se ha dado una mutación en el eje de acumulación evolutivo, que ha pasado, de ser genético y físico, a cultural y espiritual”. Un paso más de la evolución de la vida.

Según la nueva cosmología, que se basa en la teoría del Big Bang, todas las formas de vida de este planeta forman una unidad: son la misma Vida, una única realidad biótica, enormemente diversificada y crecientemente compleja. (Continuará) (O)

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