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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

¿Qué une a PAIS más allá de cada presidente?

14 de julio de 2017 - 00:00

Alguien se preguntaba en una nota cómo superar la discusión en torno a los estilos del anterior presidente y del actual, ambos pertenecientes al mismo movimiento político. O, en el mismo sentido, cómo dejar atrás el debate planteado en torno de las formas, de las herramientas políticas: tal el caso del diálogo con la oposición abierto por el actual presidente.

No es que las formas no importen por sí mismas: “El estilo es el hombre”, se sentenció alguna vez. Y de modo más preciso, en la lingüística hace ya tiempo que se dejó atrás el par forma/contenido como si fueran polos opuestos: la referencia al ‘contenido de la forma’ por parte del historiador Hayden Whyte en el título de uno de sus libros, es elocuente al respecto.

Es cierto, entonces, que las formas incluyen, por sí mismas, contenido, y que no son indiferentes a las finalidades políticas. Sin embargo, la preocupación por discutir más en términos de finalidades últimas que de modalidades de gobierno, no deja de mostrarse pertinente para quienes -incluso desde pedestales lejanos- observamos el devenir de la política ecuatoriana.

Ese es el punto donde se advierte que los actores del oficialismo ecuatoriano no encuentran aún la modalidad de dirimir las diferencias entre estilos de liderazgo y de gobierno que muestran matices y distancias, entre el actual presidente y el anterior.

Tras tuits cruzados entre ambos, según la prensa ha informado, surgieron las voces de alerta: llamados a dirimir las diferencias en lo interno en vez de públicamente, necesidad de sostener la unidad del movimiento que está en posición gobernante.

Los términos del diálogo impulsado por el actual presidente seguramente podrán ser discutidos en Alianza PAIS; pero la necesidad de ese diálogo difícilmente pueda ser debatida. Con una ventaja electoral pequeña y una oposición que había manifestado fuerte voluntad de desconocer el resultado del comicio, el diálogo es pacificador para todos.

Pero a otra cosa debería apuntar la discusión en esa fuerza política, al menos como es posible percibirla desde una mirada externa: a establecer los términos de los principios irrenunciables que constituyen ese movimiento. O, dicho de otra manera: a explicitar qué es lo que debiera ser continuidad básica necesaria entre dos diferentes administraciones de la misma agrupación política.

La unidad política, es evidente, solo puede constituirse desde una previa unidad programática: la que quizá pueda ser muy general, pero no podría ser inexistente. Pues sin la refrendación explícita de la misma, quizá solo cabe esperar nuevos cortocircuitos dentro de un movimiento político que necesita a todos y a cada uno de sus miembros; ello, si es que pretende sostener en el tiempo de gobierno que ganó electoralmente la cuota mayoritaria del poder político que a ese triunfo corresponde. (O)

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