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Roberto Follari (*)

¿Qué quiere la oposición venezolana?

07 de julio de 2017 - 00:00

Admitamos que ninguna agitación puede sostenerse por largo tiempo sin cierto arraigo social genuino. Hay margen para el malestar en Venezuela, pues el desabastecimiento -que no es responsabilidad exclusiva del gobierno-, el desorden callejero y la alta inflación son caldo de cultivo para la molestia de muchos. También es cierto que el gobierno de Maduro sigue concitando un considerable apoyo social. Quizá es ya menos de la mitad de los venezolanos, pero siguen siendo millones.

Ningún gobierno soporta una ofensiva como la de las guarimbas en 2014, o la actual sostenida por largos meses de ataque callejero, sin tener apoyo popular efectivo.

La presencia del chavismo sigue siendo fuerte y activa en el país caribeño, aunque la caída del precio del petróleo y la muerte del líder hayan empalidecido un tanto la gestión que se iniciara antes de inicios del nuevo siglo. Pero...¿qué procedimientos usa la derecha “democrática” venezolana? Aplaudida por los medios hegemónicos a nivel tanto regional como planetario, no tiene límites en sus modalidades de ejercicio del ataque al gobierno. Es de recordar que no se ha comportado como oposición genuinamente democrática: hoy se elude toda referencia al golpe de Estado que entronizó por unas horas a Carmona como presidente, mientras tenía prisionero al presidente Chávez. Sobre eso, hay llamativo silencio.

Tampoco se dijo mucho ante la escandalosa aventura del policía que hace unos pocos días secuestró un helicóptero, y desde allí tiró granadas contra edificios gubernamentales en Caracas. El personaje, que se halla prófugo, tuvo brevísima exposición: apenas se vio frustrado su intento golpista, la prensa dejó de hablar de él. Era vergonzoso hacerlo: exponía muy claramente que si hay oscuridades en la lucha venezolana, ellas no pueden adscribirse todas al gobierno de Maduro, como es habitual que se lo presente en la prensa hegemónica.

Estos días, en Argentina se reprimió brutalmente, por el gobierno neoliberal de Macri -amigo de la oposición en Venezuela-, alegando que había enmascarados en una manifestación callejera, los cuales tenían palos en sus manos. Esa condición no es admisible en quienes hacen una protesta pública (si bien ello no justifica la violencia de que fueron víctimas): pero es incomparable con lo que se ve en las manifestaciones de la oposición venezolana.

Usan escudos, llevan palos y caños de metal, manejan bombas de estruendo y coheteras con que disparan contra la policía, usan máscaras para ocultarse pero también máscaras antigases, arremeten con vehículos contra la policía, están armados en algunas de las barricadas callejeras. Esta belicosidad extrema es ostensible -se ve en las filmaciones- pero insólitamente, en muchos canales de TV, no se pone en discurso. Se naturaliza todo como obvio, no es un cuadro presentado como extraño e ilegal, sino que se lo verbaliza como parte de la “lucha democrática” contra el supuesto dictador.

Hay errores en la gestión de Maduro, y debe buscarse una salida negociada al conflicto venezolano, el cual -en lo que hace a la oposición- no es sólo cuestión de intervención imperialista y de agitadores profesionales. Pero eso sí: que de estos hay, los hay. Y que el silencio sobre ellos es pasmoso, no cabe dudas.

Mientras, en Argentina Macri muestra lo que viene luego de un gobierno popular. Lo que hizo Temer en Brasil es otro ejemplo ominoso. Esta semana en Argentina un hombre se suicidó públicamente en oficinas del ente jubilatorio, mientras se ha tomado deuda externa...a 100 años de plazo -pagando cada año, eso sí- y con alto interés.

El gobierno insiste en bajar el gasto estatal a costa de los sectores más vulnerables, en vez de aumentar las cargas al segmento más concentrado de la economía.

¿Será la vuelta a eso, lo que quiere un sector importante -seguramente no todo- de la oposición de Venezuela? Todos podemos recordar que los tiempos de Carlos Andrés Pérez o de Herrera Campins no fueron lapsos en que el hambre disminuyera, ni los sectores populares fueran reconocidos en sus derechos. Todo lo contrario: adecos y socialcristianos hambrearon al pueblo venezolano durante décadas.

Si no es eso a lo que quieren volver, debieran declararlo claramente. Por ahora, su definirse sólo como frontalmente anti-Maduro (lo que implica ser antichavistas en los hechos) nada garantiza de alguna buena alternativa de futuro en aquel país. (O)

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