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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Pueblo oral y desmemoriado

21 de junio de 2017 - 00:00

La memoria es frágil, se dice. También se dice que los pueblos que no recuerdan su historia se ven obligados a repetirla.

En los días de la última campaña electoral, por ejemplo, se escuchó muchas veces el comentario de que el gobierno de la Revolución Ciudadana era el gobierno más corrupto de toda la historia de Ecuador. Frase hecha que repetían viejos y jóvenes, los unos quizá por desmemoria y tendencia a la hipérbole. Los otros, por repetir lo que escuchaban a sus mayores.

La memoria no solo es frágil: a plazos relativamente cortos, se pierde. Y no es casual por ejemplo que en estos momentos regrese el ‘líder’ de uno de los más corruptos gobiernos de la historia de nuestro país. Muchísimo más que el gobierno de Rafael Correa. Muchísimo más que muchos otros. Y tanto, que el mismo pueblo lo derrocó a los seis meses de haber sido elegido. Pero ahorita, o ya han muerto todos los que participaron en aquella gesta de limpieza electoral o simplemente no lo recuerdan.

Ya antes de su largo exilio en Panamá, Abdalá Bucaram se victimizó de varias maneras, lo cual le granjeó el rechazo de muchas personas. Sin embargo, continuó haciéndolo desde Panamá a través de diversos medios, entre ellos las redes sociales, convirtiéndose en un youtuber perturbador y procaz, con un estilo peculiar y plagado de ofensas, insultos e incoherencias.

Sin embargo, parecería que él mismo olvidó por qué dejó abruptamente de ocupar el alto cargo de presidente de nuestro país. Porque de otro modo no se comprende cómo se puso a dictaminar y a opinar sin ningún escrúpulo sobre diversos aspectos, siempre entre la victimización y el insulto fácil, olvidando que fue un gran sector del pueblo quien protagonizó la parte medular de su expulsión del país. También parece olvidar que no es que regresa porque se haya demostrado su inocencia o algo parecido.

Regresa porque las acusaciones varias que se le hicieron sencillamente prescribieron. Y regresa, además, en medio de una parafernalia mediática que desdice de cualquier sensatez.

Este tipo de regreso, de un hombre derrocado del más alto cargo del país, como si nada hubiera pasado, reclamando a gritos por teléfono celular, y entre mentadas de madre a todos sus colaboradores y allegados, que no tiene carro que lo saque del recinto al cual llegó (en un avión privado) porque es “un hombre pobre”. Parecería una escena de una película cómica o de una obra perteneciente al teatro del absurdo.

No hubo, en el recibimiento, la cantidad de público que él mismo esperaba. Sin embargo, en su entrada no tan triunfal alguien le dijo: “Bienvenido, Presidente”. ¿Presidente de qué?, nos preguntamos. ¿De quién? ¿Acaso alguien votó por él? ¿Acaso alguien pretende que se vuelva a postular y que vuelva a ganar?

Hemos vivido diez años de un arduo trabajo para crear un cierto tipo de institucionalización del país. Hemos visto cambiar al Ecuador de ser un paisito que nos avergonzaba (precisamente en tiempos de Abdalá) a ser un lugar en el que nos sentimos orgullosos de haber nacido. Sin embargo, en estos momentos de transición, causa una especie de repeluzno pensar que, en el fondo, seguimos siendo lo que dijo el famoso José María Velasco Ibarra: un pueblo oral y desmemoriado. (O)

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