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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Publicidad engañosa

05 de agosto de 2016 - 00:00

Los neoliberales lo transforman todo en mercancía. La campaña electoral no es la excepción. En efecto, las llamativas envolturas, las cintas, los globitos de colores y las frases novedosas ya empezaron a circular.

Las élites apuestan siempre a que la memoria colectiva borre las acciones que afectaron a las mayorías, sin embargo, es necesario recordar algunos hechos: en la etapa previa a la llegada de los españoles, los aborígenes habían organizado la sociedad de tal forma que no había explotadores ni explotados; no existía compra-venta de mercancías; se utilizaba el trueque como un mecanismo de satisfacción de necesidades básicas; no se conocía el dinero y, por tanto, no se daban procesos de acumulación. Era una sociedad justa, igualitaria, solidaria.

Cuando llegaron los españoles, sus acciones se encaminaron a someter a los pueblos originarios para acumular oro y plata; lamentablemente, estos dos metales no les sirvieron para superar su ignorancia supina. Y así fue creciendo la costumbre de cambiar espejitos destartalados por oro y plata, mediante publicidad engañosa.

En la época colonial, la disputa por el poder y los negocios enfrentó a españoles con criollos. Luego de las luchas por la independencia, se funda la república en 1830. Juan José Flores, militar de origen venezolano, se promociona y logra el cargo de Jefe Supremo de Gobierno, utilizando publicidad engañosa, claro está. Los hacendados serranos, los agroexportadores costeños y los banqueros tenían poder sobre los ‘gobiernos’ a los que financiaban y promocionaban para luego convertirlos en sus muchachos de mano. Publicidad engañosa.

A partir de 1979, salvo las excepciones que confirman la regla, los gobiernos elegidos por el pueblo eran manipulados por los banqueros y por la embajada que ustedes, amables lectores y lectoras, ya conocen. El caso es que los candidatos ofrecían muchas cosas; ya en Carondelet hacían exactamente lo contrario. Publicidad engañosa.
Hasta que en 2007 llegó la Revolución Ciudadana al poder para ejercerlo soberanamente. Cumplió -al pie de la letra- con todo lo que ofreció en campaña. No hubo (¡por fin!) publicidad engañosa.

La derecha, que luego de nueve años no ha podido chantajear ni ordenar a ningún funcionario público, está desesperada hablando de que se terminaron las ideologías para quitar a la gente identidad y sentido de pertenencia; hablando de que el futuro será mejor que el presente. Declaran abiertamente que son ‘anticorreístas’, destilan odio por todos los poros y mienten por los cuatro costados.

Los odiadores no llegarán a Carondelet por la sencilla razón de que el pueblo sabe quiénes lo aman con sinceridad. Ya lo dijo el inmortal Simón Bolívar: “El gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”. Algunos de la Unidad, junto con unos cuantos de CREO, están inconformes con las palabras del Padre de la Patria; consideran que la frase habría quedado mejor así: El gran poder existe en la fuerza irresistible del dinero.

¿Los opositores pueden ofrecer mejores días para Ecuador si no son capaces de elaborar, hasta la presente fecha, un plan de gobierno? Eso se llama -simple y llanamente- publicidad engañosa. Y así seguirán hasta febrero de 2017, con sonrisas fingidas, papelitos multicolores y mentiras gigantescas. (O)

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