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El Telégrafo

Presidencia de Trump: 100 días de soledad desde el poder

30 de abril de 2017 - 00:00

Trump está más solo que nunca. Quien sabe cuál es la visión desde el planeta, pero el Trump real se percibe un poco más de cerca desde las calles de Washington DC. Un Trump que navega políticamente solitario, pese a las legiones de allegados a su poder que lo acompañan. También aparece solitario en su conducta de redes sociales: uno puede imaginárselo solo con sus fantasmas (es extremadamente obsesivo con su imagen pública) en el silencio de la madrugada cuando se enfrasca con sus enemigos políticos desde su cuenta de Twitter.

¿Qué sentirá la personalidad narcisista de Trump al ver el resultado de sus primeros 3 meses en la realidad fría de las encuestas? El presidente-millonario enfrenta la humillación de ser el peor evaluado durante la “luna de miel” tras las elecciones. Según la reciente encuesta de NBC/Wall Street Journal, Trump tiene un 55% de desaprobación, y solo un 40% de aprobación.  Lo más clarificador: solo un 25% de los encuestados concuerda en que Trump es “honesto y confiable”. Muy por debajo del porcentaje comparativo que votó por él (un poco más del 46% del voto popular, por debajo de Hillary Clinton, quien ganó con un 48% de los votantes reales).

Se cumplen 100 días de gobierno, fatídica cifra que da más riesgos que éxitos. Trump, como pocos en la historia, tiene un Congreso de mayoría republicana, controla el Senado, controla la Cámara de Representantes (diputados), logró una mayoría conservadora en la Corte Suprema con el nombramiento polémico de Neil Gorsuch (los republicanos no respetaron el quórum tradicional y lo aprobaron “a la fuerza”), y también controla toda la estructura del gobierno federal y las agencias. Al otro lado de la balanza, Trump no controla los medios de comunicación ni la expresión callejera, no controla las encuestas, no controla el presupuesto nacional.

En este juego de ecuaciones, ¿cuál es el saldo tras 100 días caóticos? Fracaso tras fracaso en el plano legislativo. No le ha servido absolutamente de nada la mayoría republicana. El punto más simbólico de unión de la derecha estadounidense, el sinsentido de destruir el sistema subsidiado de salud creado por Obama, de manera increíble ni siquiera pudo llegar a ser votado. Y eso es lo único que ha estado siquiera cerca de ser tratado en el Congreso, pues ni hablar de la reforma tributaria, recién en pañales, ni la reforma migratoria, ni ninguno de los cambios fundamentales que anunció con bombos y platillos.

Todo lo que ha podido avanzar ha sido por decreto, a dedo. Sus dos decretos consecutivos que pretendían prohibir la entrada de visitantes, turistas y refugiados de siete países musulmanes, ya han sido dejados sin efecto dos veces. El decreto que lanzó para eliminar los fondos a las ciudades “santuario” que no colaboren en el arresto y deportación de inmigrantes indocumentados, también fue detenido por las cortes de justicia, por ser considerado inconstitucional.

Ha tenido éxitos, sin embargo. En una medida magistral, en el momento más cúlmine del escándalo de su cercanía con el enemigo número uno de EE.UU., Rusia, decidió apretar el botón rojo y bombardear Siria y Afganistán. La opinión pública se desvió inmediatamente. En ese acto, rompió una de sus mayores promesas de campaña (no involucrar a EE.UU. en Siria) y le dio la razón a una de las personas que más critica (se cansó de atosigar a Obama y su estrategia de guerra en esa zona del Medio Oriente).

En lo económico, las cifras positivas son resultado de la tendencia que venía ya establecida desde antes de su presidencia. Por lo tanto, no puede obtener crédito de ellas. El desempleo estaba y está bajo control, y el país va en franca recuperación, con o sin Trump.

Pese al tiempo que ganó con los bombardeos, el escándalo Rusia-Trump sigue avanzando inexorablemente. Esta semana, congresistas incluso republicanos han aumentado la presión, descubriendo que el exgeneral Michael Flynn aceptó dinero de organizaciones rusas, un crimen que se paga con varios años de cárcel.

El escándalo ya está tocando al yerno de Trump, Jared Kushner, que se une a la larga lista de asesores que tendieron lazos políticos con el gobierno de Putin. En este caso, con un banco que está bajo las sanciones de EE.UU., en momentos en que el gobierno de EE.UU. a manos de Obama ejercía esas sanciones contra Rusia por su expansionismo militar en Ucrania y el asesinato de opositores. En el ‘mundo Trump’ de estos 100 días, América Latina casi no existe, excepto por las acciones lideradas por el senador republicano Marco Rubio, que lleva adelante informalmente la política exterior de la Presidencia hacia la región, especialmente contra Venezuela y Cuba.

Ha cometido errores garrafales también en lo comunicacional, que dejan en claro que su estilo se basa peligrosamente en la improvisación, en el instinto comercial (absolutamente no relacionado con el necesario espíritu político), y en la creencia de que enviando mensajes por Twitter o apareciendo en mítines aún de aire electoral le permitirán sobrevivir a las múltiples polémicas en que se encuentra. Su política comunicacional de choque y simplista de mensajes solo ha logrado cimentar el porcentaje duro de sus seguidores, pero no lo ha hecho crecer ni siquiera un punto entre los independientes y no convencidos. Al contrario, las encuestas demuestran que está perdiendo votantes al ritmo de sus polémicas. (O)

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