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Rodolfo Bueno

Por un mundo libre de armas nucleares

04 de julio de 2017 - 00:00

“Nadie, no habrá sobrevivientes”, contesta Putin al director de cine estadounidense Oliver Stone a la pregunta que este le hace sobre quién ganaría una hipotética guerra entre EE.UU. y Rusia. El presidente ruso explica que, una vez empezada la guerra, comienzan a funcionar los sistemas automáticos que garantizan la mutua destrucción de ambos países y, por ende, de la humanidad entera y que la instalación de sistemas antimisiles genera la ilusión de invulnerabilidad de las defensas, lo que incrementa más aún el riesgo de una guerra atómica.

Sus palabras implican que el mayor peligro actual es la existencia de armas nucleares porque el efecto de sus explosiones resulta devastador, una sola puede destruir una ciudad entera, matar a millones de personas y poner en peligro tanto el medio ambiente como la vida de las futuras generaciones. El desarme nuclear es, por lo tanto, la mejor opción para la prevención de una guerra atómica; no obstante, este objetivo es un reto muy difícil de cumplir.

Las discusiones sobre la fabricación de armas nucleares comenzaron el 2 de agosto de 1939, cuando Einstein y otros científicos, preocupados por el auge del partido nazi en Alemania y por la posibilidad de que Hitler obtuviera la bomba atómica, escribieron una carta al presidente Roosevelt sobre el uso del uranio como fuente de energía nuclear. Estados Unidos impulsó poco después el proyecto Manhattan, que le permitió la obtención de la bomba atómica.

El 16 de julio de 1945, EE.UU. detonó la primera arma nuclear en Nuevo México y menos de un mes después dos de ellas fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Ambas bombas causaron la muerte de más de 230.000 personas y devastaron las dos ciudades. Cuatro años más tarde, la URSS construyó su propia arma nuclear, Gran Bretaña lo haría en 1952, Francia en 1960 y China en 1964. En 1955, Canadá entregó a la India el reactor de agua pesada, que produjo el plutonio para las primeras bombas atómicas de ese país. En 1956, Francia suministró a Israel el reactor y la planta de Dimona, de donde salió el plutonio para las armas nucleares israelíes.

Pakistán y Corea del Norte también las poseen.

Se calcula que hay cerca de 26.000 armas nucleares en el mundo y que se han llevado a cabo más de 2.500 ensayos nucleares. Nehru, primer ministro de India, en 1954 propuso por primera vez el cese de los ensayos nucleares. Es preciso aclarar que la falta de ensayos no impide a un país poseer estas bombas. Israel nunca lo hizo, pero tiene un vasto arsenal nuclear.

La ONU, desde su fundación, ha perseguido la eliminación de las armas atómicas. En su primera resolución de 1946, la Asamblea General estableció una Comisión para tratar los problemas derivados por el descubrimiento de la energía atómica. Esta Comisión debía tomar medidas destinadas a controlar la energía nuclear y su empleo sólo con fines pacíficos. La Comisión debía presentar propuestas para “la eliminación de los armamentos nacionales de las armas atómicas y todas las demás armas de gran potencia aplicables ahora o en el futuro a la destrucción en masa”. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en países que poseen armas nucleares.

Sin embargo, todavía se está a tiempo de evitar lo evitable. (O)

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