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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Por qué los políticos pelean unos contra otros

27 de julio de 2017 - 00:00

¿Y por qué se pelean, en lugar de trabajar unidos en bien del país? Bueno, hay un montón de razones por las cuales los políticos pelean: 1) Ellos piensan y quieren que la gente crea que pueden manejar cualquier situación mejor en comparación de sus pares; 2) Los principios políticos e ideológicos de algunos partidos son diferentes (de alguna manera) en sus objetivos políticos, mientras que otros promueven lo mismo; y 3) Las denominadas bancadas políticas en la Asamblea tienen su rol. Es evidente que si un partido político de minoría llega al poder, se opondrá a cualquier ley que sea adversa a su partido de minoría, a pesar de que la bancada de mayoría sea la que finalmente decida y habrá tensión de gobernabilidad. Si es el partido de mayoría el que llega al poder, entonces se aplicará la denominada ‘aplanadora’ y el Gobierno se volverá autoritario (por decir lo menos).

No importa cuán comunicativo y dispuesto al diálogo esté el Presidente, siempre tendrá la tentación de usar el poder de la mayoría y de desechar el molestoso rechazo de la minoría.

El presidente Lenín Moreno ha sustituido su falta de carisma por una muy elaborada capacidad negociadora que le ha permitido ganar un precioso tiempo probablemente hasta diciembre de este año, primero con los medios privados de comunicación y luego con la oposición. Es un hecho que hay problemas en la economía del país. Correa se esforzó en crear un ambiente de tranquilidad mediante el uso del crédito chino y de recursos internos, y lo hizo en forma muy eficiente, pues, de lo contrario, Lenín hubiera tenido muy pocas posibilidades de ser elegido. Si él conocía o no esta situación no es relevante. Si recibió o no la mesa servida, tampoco lo es. La realidad es que cualquiera que haya sido la información recibida (que ya era conocida por la mayor parte de la gente entendida en política y negocios), el escenario que se planteó sirvió para que el pueblo vote mayoritariamente por Lenín en la primera vuelta (que casi le permite ganar en una sola ronda) y que gane finalmente la Presidencia.

Hace más de dos años, el 19 de marzo de 2015, cuando se especulaba sobre la posible reelección de Rafael, yo escribí una columna titulada ‘Salirse a tiempo’ en la cual tomaba las palabras de Jacinto Velázquez, que, casi como consejo, decía en una entrevista radial que era muy conveniente para un presidente como Correa dejar el paso a un nuevo gobierno que capee el temporal que ya se avecinaba por la baja del precio del petróleo. Y parece que, pese al aparente deseo de permanecer en el poder, que era posible por la reforma constitucional que él mismo la planteó, la verdadera estrategia ha sido salirse a tiempo, ‘hacerse extrañar’ y tener la posibilidad de regresar.

Para Lenín es imperioso terminar su período. Debería serlo también para la oposición, pues ya no lo es para Rafael Correa. El diálogo presidencial, sin embargo, impone negociaciones y muy difícilmente son ganar-ganar, pues normalmente se negocia por posiciones y no por intereses comunes. Y las promesas no cumplidas pasan factura tarde o temprano. (O)

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