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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Por qué la gente maneja tan mal?

15 de septiembre de 2016 - 00:00

Manejo desde hace más de 50 años, lo cual no me hace una autoridad en conducción de vehículos, pero tuve que aprender nuevamente a manejar para sacar mi licencia en EE.UU. en 1972. Y por supuesto, casi repruebo el test práctico en Atlanta simplemente por ‘manejar a la ecuatoriana’. Y aunque las carreteras y nuestras calles han mejorado muchísimo, no se compara con la señalética y tipo de vías en ese país. Pero la diferencia fundamental está en que allá la gente respeta las leyes de tránsito y las penas por violarlas son simples, costosas y muy duras.

¿Por qué los ecuatorianos manejamos tan mal? Y aquí ya no hay distinción de tamaño de ciudad o de región. Parece que aquí se aplica lo que los científicos han investigado y son algunas razones por las cuales conducimos vehículos como unos perfectos idiotas. Encabeza la lista nuestra idiosincrasia. Estamos prisioneros de la cultura en la que nos hemos criado; somos criaturas sociales y no lo podemos remediar. Nuestros niños son esponjas que absorben en su léxico las palabrotas que decimos los mayores. De la misma manera asimilan los malos hábitos de nuestra forma de manejar. Un bebé que viaja con sus padres que manejan gritando obscenidades a los transeúntes y a los otros choferes, pegados al carro que va delante, cambiándose de carril sin necesidad y sin señales, ‘chateando’ o hablando por el celular, es seguro que también lo hará en el futuro. Es decir, si sus padres son unos cretinos al volante, apuesto que usted también lo será. Pero no culpemos solo a los papás, es la cultura de ‘Rápidos y furiosos’ que nos agobia.

A pesar de que la bonanza petrolera hizo que muchos mejoren la edad y calidad de sus vehículos, la verdad es que somos expertos en mantener autos viejos funcionando. Y no estoy hablando de los buses (que serán motivo de otro artículo), son los vehículos livianos viejitos y que por la edad ya huelen feo. Los científicos han encontrado que los malos olores tienen un efecto adverso a la habilidad de conducir. Respirar algo hediondo puede inducir sentimientos de hostilidad, causar que se maneje más agresivamente e incrementar el chance de estar involucrados en un accidente de tránsito. De ahí que la gente use los aromatizadores para carros. Luego tenemos a aquel que se cree la gran maravilla en algo, pero realmente es más malo que comida de hospital. Aquel que difícilmente patea un balón y dice que podría jugar fútbol profesional; o la chica que desentona en el karaoke y piensa que podría ser cantante si se decidiera… En fin, estas pobres almas están afectadas por lo que los científicos llaman el Efecto Dunning-Kruger, en honor de dos psicólogos de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, que describen un fenómeno de alguien que es inepto sin darse cuenta que lo es y, más aún, desprecia las habilidades de otros.

Estos individuos tienen un corto circuito cerebral que les impide darse cuenta de su falta de habilidades. Y eso les ocurre a muchos choferes en el país, como lo vemos dramáticamente en nuestras vías. Nuestros conductores sobredimensionan sus habilidades para manejar, en tanto subestiman y minimizan las de los demás. ¿Acaso no han visto a personas en las mañanas que hablan por celular, mientras mantienen un sándwich en la mano que sostiene el volante. O la joven que envía mensajes de texto y se maquilla mientras maneja. No saben o no se dan cuenta de que está probado que nadie es capaz de desempeñar efectivamente más de una actividad a la vez. Pero esta gente se cree que son los reyes y reinas de la carretera y el resto solamente obstáculos que deben ser evitados y rebasados. Estas razones no justifican nuestra actitud al volante. ¡Debemos cambiar! (O)

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