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El Telégrafo
Pablo Salgado Jácome

Política: El ejercicio necesario de la crítica

16 de septiembre de 2016 - 00:00

Qué difícil es el ejercicio de la crítica. Y más aún de la autocrítica. Qué difícil es reconocer que podemos equivocarnos, o que podemos tener hijos feos, como diría el recordado Miguel Donoso. Qué difícil resulta -en la política doméstica- realizar un ejercicio de crítica serio, riguroso, severo. Quien se atreve a realizar una crítica, inmediatamente es considerado un “enemigo”. Incluso cuando es una crítica constructiva, sustentada y desde la buena fe.

Crítica viene del latín “criticus” e identifica “la opinión, el examen o el juicio que se forma en relación a una situación, servicio, propuesta, persona u objeto.”  

El Ecuador es un país en el cual se elogia al que no hace nada y se desprecia al que se atreve a dejar de decir, para pasar al hacer. Pero también qué fácil es confundir la crítica con el insulto o con la queja y el lamento. Sabemos quejarnos de todo, o casi todo. Pero no somos capaces de reconocer en nosotros los errores que vemos en los otros.    

El ejercicio de la política debería implicar también necesariamente un ejercicio de la crítica. El ejercicio de la política -digo- como esa práctica cotidiana dedicada al bien común. Y no como la práctica de velar, a toda costa, por mis intereses y los de mi grupo. O como el camino más corto para acceder al poder; al poder hacer lo que yo quiero, lo que me viene en gana.

El ejercicio de la democracia conlleva también necesariamente el ejercicio de la crítica. Sin duda, mientras más crítica exista, seguro más fuerte, sólida y, sobre todo, plural, será una democracia. Porque el ejercicio de la crítica implica escuchar al otro; a los demás.

Y no solo eso, sino que el ejercicio de la crítica debe también ser entendida como una herramienta válida para la administración pública. Para reconocer en la crítica una oportunidad para mejorar la gestión y ser más eficientes y oportunos, porque el ejercicio de la crítica implica corregir y rectificar.

Por eso, bien ha hecho el precandidato Lenín Moreno en realizar -en una carta remitida a Alianza PAIS- una serie de puntualizaciones, absolutamente válidas: “debemos pasar de una mirada solamente de garantía de derechos a una ciudadanía corresponsable, actora, deliberante. Debemos ser autocríticos y reconocer que en estos años no hemos logrado llevar elementos inspiradores suficientes para cambiar el YO interior de nuestro pueblo”.   

Exigir en la oposición un ejercicio mínimo de crítica o autocrítica es inútil. Si no hay ideas ni propuestas, peor puede existir crítica. Y con el devenir de la campaña electoral se incrementarán esos ataques, las falsas denuncias y las calumnias.

Lamentablemente, en los medios de comunicación tampoco existe un ejercicio crítico y autocrítico; los unos atacan al Gobierno y los otros lo defienden. Incluso en el campo de las artes; en el Ecuador –con mínimas excepciones- no existen espacios para el ejercicio de la crítica. Máximo existen espacios para reseñas y elogios. Pero no para la crítica.

La crítica siempre será incómoda, pero también de eso se trata: de incomodar, de sacudir, de provocar. Y hay que aprender a asumirla, por dolorosa que sea. Si queremos convertirnos en un país de conocimiento, tenemos que aprender a reflexionar y a debatir. Y si queremos mejorar la política, hay que ejercer la crítica. (O)

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