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Fander Falconí

Planeta azul vs. codicia dorada

07 de junio de 2017 - 00:00

La semana pasada concluyó con el anuncio del presidente Trump de que, en la práctica, Estados Unidos abandonaba el tratado de París sobre cambio climático. Recordemos que este acuerdo (2015) establece medidas mínimas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para mitigar los efectos del calentamiento global. Participaron en esa reunión 195 países. Pero detrás de Trump, están otros antagonistas de la Tierra. Según el diario británico The Guardian (01-06-2017), el mayor patrocinador económico de los republicanos es la industria extractora de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón.

Este grupo obtuvo la salida estadounidense del tratado, cuando hasta la hija de Trump habría aconsejado a su padre quedarse con el resto del mundo. Los grandes extractores de combustibles fósiles, según el mismo periódico, han donado en las tres últimas elecciones más de $ 10 millones y medio a 22 senadores republicanos que, no debe ser coincidencia, fueron los mayores opositores del tratado de París sobre cambio climático. Y eso de lo declarado, porque hay denuncias de otros $ 90 millones no registrados.

Como esos mismos donadores controlan buena parte de la prensa, no es de sorprenderse que se mantenga silencio sobre la propuesta ecuatoriana de compensar a los países que mantengan el petróleo y el carbón bajo tierra, ni del impuesto a la extracción, conocido como impuesto Daly (en honor al economista ecológico Herman Daly). Viéndolo bien, el mejor negocio para el planeta sería dejar de extraer petróleo, gas y carbón, sabiendo con certeza que la quema de combustibles fósiles está hiriendo de muerte al planeta.

Sin embargo, no se trata solo de los intereses de este grupo, sino de los negocios vigentes en Estados Unidos y que se rehúsan a detener esas emisiones de dióxido de carbono (CO2). EE.UU. (con el 15% de las emisiones globales), luego de China (con el 28% del total), es el mayor contaminador de CO2 del planeta. No obstante, los norteamericanos son los mayores contaminadores por habitante: 17 toneladas métricas al año (un habitante promedio del planeta emite 5 toneladas cada año).

Tanto priman los intereses de una minoría sobre la emergencia planetaria, que han llegado a negar un hecho científico: el calentamiento global. Los líderes de esta negación son una minoría de científicos que  han renegado de sus maestros y pares, una cantidad de clérigos que olvidaron el principio de solidaridad y una mayoría de grandes empresarios que creen que la suma de la inteligencia consiste en saber cómo explotar a sus semejantes y desprecian a la ciencia pura.

En mi último libro Solidaridad sostenible: la codicia es indeseable, que acaba de ser publicado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), abordo la problemática y geopolítica del cambio climático, describo cómo nuestro planeta está al borde del abismo en materia ambiental, cómo el ideal capitalista de crecer sin límites es incompatible con la realidad, cómo la complejidad ambiental exige nuevas formas de pensar para aprehender la realidad y una nueva métrica, y cómo enfrentar este desafío. (O)

 

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