La elección que ayer hizo el Colegio Electoral derrumba la primera barrera que los neocon interpusieron al triunfo de Trump; las que vengan serán más fuertes, pero no por ello infranqueables. De nada les sirvió que antes del 19 de diciembre, 29 electores demandaran al director de Inteligencia Nacional “si existen investigaciones vigentes de las relaciones entre Trump y el Gobierno ruso para interferir en la elección, la amplitud de las investigaciones, qué tan lejos han llegado, y quién ha estado envuelto en ellas…”; Podesta, jefe de campaña de Clinton, llegó más allá cuando afirmó: “Sabemos que la CIA determinó que la interferencia rusa en nuestras elecciones tuvo el propósito de elegir a Trump... Nunca antes habíamos visto un esfuerzo tal para socavar la base granítica de nuestra democracia… Los electores tienen una responsabilidad solemne bajo la Constitución y nosotros apoyamos los esfuerzos de que sus preguntas sean respondidas”.
Según Obama, si un “gobierno extranjero trata de impactar la integridad de nuestras elecciones, nosotros tomaremos medidas”, ordenó una “revisión completa” de esta interferencia y amenazó con nuevas sanciones a Rusia; para Hillary Clinton, Trump es “un títere de Putin”.
La CIA se pronunció sobre este tema basándose en rumores anónimos: Alguien dijo; posiblemente sea cierto; representantes de alto rango de las agencias de seguridad no identificados creen “con una alta probabilidad que Putin participó personalmente” en una operación para interferir en las elecciones presidenciales; fuentes diplomáticas y espías que trabajan para nuestros aliados lo confirman. Todo recuerda las acusaciones de Powell de que Irak poseía armas de destrucción masiva. Se debe recalcar que el FBI afirmó que Rusia no había intervenido en las elecciones en favor de ningún candidato.
Todos estos infundios ocupan ahora su puesto en el basurero, el Colegio Electoral no los tomó en cuenta por estar consciente de que si no elegían a Trump, además de romper con una tradición firmemente establecida, ponían en riesgo la estabilidad y la integridad del país. Pero es de esperar que la CIA baraje la posibilidad de dar un golpe de Estado que siembre el caos y evite la llegada de Trump a Washington. Son especialistas en estas tareas, el mundo entero lo atestigua, aunque sea la primera vez que lo hagan en su propio territorio. Así castigarían a Trump por prometer el fin de la entrega de armas a los terroristas y dirigir junto a Rusia la lucha contra ellos.
Los neocon van a interponer más dificultades a la colaboración entre EE.UU. y Rusia para derrotar al Estado Islámico, creado por ellos. Algo semejante a las facilidades dadas a los terroristas para que abandonen Mosul y se tomen Palmira. Les dijeron: No vamos a atacarlos, sigan no más.
Para imposibilitar el futuro entendimiento con Rusia, los neocon intentarán impedir que el Congreso acredite la elección para Secretario de Estado de Rex Tillerson, que como presidente de la Exxon Mobil logró el acceso de esta petrolera a los recursos del Ártico, lo que lo convierte en amigo de los rusos. Trump, para quien no va a ser fácil ganar esta batalla, deberá derrotarlos a como dé lugar si quiere así, paso a paso, llegar lejos en los cambios políticos que EE.UU. demanda. (O)
