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Carol Murillo Ruiz

No parecerse a Correa...

07 de noviembre de 2016 - 00:00

El único rasgo que intentan posicionar los distintos (y usados) candidatos de la oposición en el Ecuador es que ‘no son como Correa’ e, incluso, quieren hacer decir lo mismo a Lenín Moreno. Destapados sus afanes de conservar la tradición política en cada una de sus relaciones de poder, internas y externas, los opositores exhiben un rosario de pecados ajenos y disimulan los de su progenie.

¿Qué significa en verdad ‘no parecerse a Correa’? Muchos han percibido –durante esta década- que el Presidente Correa acoge para sí una serie innegable de virtudes y un manojo de contradicciones propias de la sociedad que lo forjó y parió en una fase histórica determinada. Ajustar tales virtudes y contradicciones es un ejercicio no solo para pensar su liderazgo y personalidad sino para aprehender el clima político del Ecuador a inicios del siglo XXI. Pero omitir esas variables, en términos sociológicos, sobre todo, impide analizar el país luego de dos quinquenios, y, en simultáneo, el talento político del Mandatario. Por eso no parecerse a Correa es un deseo que apenas individualiza el fenómeno social, económico e idiosincrásico que se fue articulando bajo su liderazgo. Individualizar también es reducir, opacar, hacer trampa política.

No parecerse a Correa es negar algunas nociones prácticas de la cultura política nacional y aupar un deber ser social que la singular dinámica del correísmo ha ido permeabilizando para revelar cómo somos en realidad: un país en el que el caudillismo tiene varios rostros pero un mismo comportamiento oligárquico. Luego de 10 años el populismo, una variante social más acabada que el caudillismo del siglo pasado, ha eclipsado el dogma de la filantropía con los pobres. ¿Cómo? Erigiendo Estado allí donde había un prospecto de negocio privado o, un estado oligárquico ribeteado por una microburguesía semiilustrada que, en apariencia, legitimaba (¿legitima?) la fábula de la representación de la democracia liberal; por ejemplo, los izquierdosos son expertos en inferir las indulgencias del viejo estado y las libertades que les sacaron a los caudillismos de turno.

¿Qué le han sacado a Correa? Poco, porque su gobierno redireccionó los fluidos circulatorios del corazón económico de un país que incluso con la dolarización no concebía la geopolítica regional y mundial y la plata del petróleo se iba a las pozas privadas. No parecerse a Correa, entonces, es excluir las corrientes alternas de la multipolaridad económica global y sumir al país en la rancia subordinación mercantilista. Es rumiar la dolarización (solo) como una medida económica y, al mismo tiempo, menospreciar su abrumador dispositivo de control ideológico y político a través de alegatos muy bien posicionados por voceros de cámaras, medios de comunicación, holding y una gavilla de traidores internos que hoy merecen la cárcel.

No parecerse a Correa es una coartada electorera porque en concreto lo que no consiguen es ser diferentes y superiores a él. La propuesta de renovar el país institucionalmente ha sido cumplida pero falta enmendar errores y sanear el camino que conduce al futuro.  

No parecerse a Correa… eso es muy, pero muy fácil. ¡Supérenlo! (O)

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