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Werner Vásquez Von Schoettler

Neoliberalismo latinoamericano en la encrucijada

24 de abril de 2017 - 00:00

Lo sucedido en Ecuador en este mes de abril supera las fronteras del país. La derrota del excandidato de la derecha bancaria pone en riesgo el avance de la segunda oleada del neoliberalismo en América Latina. Su fracaso no solo es electoral, económico y tecnológico, sino que es un fracaso democrático. Le apostó a los medios privados como el gran elector, insubordinándose contra el dato voto a voto y contra todas las instituciones nacionales e internacionales.

Sus aliados ideológicos como Macri, en Argentina, o Temer, en Brasil, lo abandonaron prontamente al reconocer al candidato de la Revolución Ciudadana, Lenín Moreno. El abandono fue un claro mensaje de que no supo abanderarse de la estrategia neoliberal regional, sino que cayó víctima del narcisismo político más primario. Vanidad que ha desorientado a sus seguidores y le ha hecho perder rápidamente su capital político. Con esta derrota se rompe el imaginario inventado del “fin de ciclo”, que incluso “dirigentes” de la izquierda pregonaban.

La matriz mediática del fin de ciclo aupó procesos golpistas parlamentarios como el de Brasil. Fin de ciclo que promocionaba la idea del “cambio” de mano de quienes violentaron sistemáticamente los derechos sociales e individuales por más de treinta años en la región. Impusieron el pensamiento naturalista de que por orden natural de la política el turno de gobernar les correspondía. Ese naturalismo difundido masivamente les permitió acumular la fuerza suficiente para pasar a la ofensiva mediática y callejera. Imitaron las tácticas históricas de la izquierda. Y la izquierda no supo cómo responderles. En el caso de Ecuador, la disputa fue mano a mano. La Revolución Ciudadana nunca se quedó adentro de la casa de gobierno, sino que batalló puerta a puerta, casa a casa los votos y ganó. Sí, sí es posible derrotar al neoliberalismo.

Desenmascararlo en su propio terreno. Quitarse el miedo y no temerle al voto vergüenza. La batalla de las ideas fue clave. Argumentar desde la realidad. Incluso miembros de las iglesias lo pensaron dos veces antes de hacer proselitismo político, lo que no pasó ni en Brasil, ni en Argentina, ni pasa en Venezuela. La diferencia es que en Ecuador desde el inicio se marcó la cancha entre lo público y lo privado. La construcción de lo público es la mayor tarea que tiene la izquierda progresista. Tarea que supera el rediseño institucional del Estado. Lo público es la cancha de lo popular y del poder ciudadano. La derecha y la izquierda neoliberal buscan hacer trizas esa cancha, simplemente porque les quita poder de representación y privilegios. Bolivia ha construido su cancha desde lo público-comunitario. Un Estado plurinacional no republicano.

La izquierda progresista o  fortaleció lo público o fortaleció sus movimientos y partidos. La derecha detesta ambas cosas pero las necesita solo para ganar las elecciones. A la derecha venezolana solo le queda el caos total. La derecha, sin rumbo claro, está dispuesta a usurpar los valores de la izquierda. Si promete el cambio para ganar, ese cambio la aniquila porque provoca otra oleada de lucha social, su antítesis vital, su encrucijada. La izquierda progresista ya no solo es opción sino también poder social constituyente. (O)

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