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Melania Mora Witt

Mujeres progresistas

24 de diciembre de 2016 - 00:00

Una amable invitación me permitió participar en un encuentro que agrupó a mujeres de variada edad,  procedencia y formación. Se convocaron para organizar en Guayaquil la plataforma que da nombre al artículo, con un ambicioso lema: “por el país que queremos”. Las organizadoras fueron destacadas féminas que han demostrado probidad y capacidad en las funciones por ellas desempeñadas, por lo que han merecido el reconocimiento ciudadano. En sus exposiciones hubo amplio conocimiento de los temas expuestos y contagioso entusiasmo.

Mujeres de varias generaciones han luchado para hacer efectivos, derechos que hoy nadie discute; pero cuánto esfuerzo y sufrimiento para convencer, incluso a las propias congéneres, de la necesidad de organizarse y trabajar unidas, en medio de prejuicios, maledicencia y la actitud hostil de gobiernos reaccionarios que veían una amenaza en el avance cívico femenino. Rememoré mi propia juventud y los diversos escenarios en los cuales, junto a compañeras inolvidables, dimos algunos pasos en el largo camino por la reivindicación de nuestros derechos. ¡Cuán diferente es el escenario actual respecto del que conocimos!

¿Mujer y progresismo son sinónimos? Deberían serlo, porque al llamado “sexo débil” le atañen de manera cercana los grandes temas del desarrollo social. Salud, educación, seguridad, vivienda, trabajo, acceso a los servicios básicos, costo de la vida, salarios, son para las mujeres temas de su cotidianidad. Lo que falta y que proyectos como la plataforma propuesta quieren subsanar, es la toma de conciencia de que todo ello tiene como eje la política porque, según los sectores que dirijan el Estado, habrá o no atención a las necesidades populares.

Una antigua máxima planteó medir el desarrollo social por el avance de la mujer, no de manera aislada sino en forma colectiva. Siempre existen adelantadas que abren camino a las demás, como la lojana Matilde Hidalgo, al ingresar a la carrera de Medicina siendo en ello pionera, igual que al plantear ante una mesa electoral su derecho al voto. Su vida y obra fueron extraordinarias, pero aún parece lejano el día en que cualquiera de nosotras pueda sentirse también una precursora ‘que hace camino  al andar’.

En el gobierno de la RC se han dado pasos importantes para convertir al Ecuador en una sociedad equitativa y justa. En lo político, disposiciones constitucionales que garantizan la paridad de participación electoral, han hecho posible que dirijan la Asamblea tres jóvenes mujeres, así como la presencia de un alto número de asambleístas, alcaldesas, concejalas. Se incorporó al seguro social a las amas de casa, se reconocieron los derechos laborales del servicio doméstico, etc. En el país se han dado cambios trascendentales conducidos por mujeres progresistas.

¡Pero aún falta tanto! Lo dicen la violencia doméstica; los embarazos precoces; la desigualdad por motivos de  género en salarios y trabajos, y tantos otros aspectos. Para superarlo es preciso que las mujeres participen en política y lo hagan desde la orilla de las buenas causas humanas. (O)

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