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César Hermida

Monserrat Astudillo

17 de junio de 2017 - 00:00

El arte de la comedia de tipo monólogo (stand up comedy) tiene cultores en el país, entre los cuales se destaca Monserrat Astudillo. Se abrió su propio campo y hoy llena las salas para satisfacción de los asistentes que disfrutan de sus atrevidas presentaciones. No es fácil lograr el éxito que ella ha conquistado, sobre todo cuando se viene de una ciudad diferente. Pero ella impuso su personalidad y triunfó con su gracia, belleza y juventud, por el difícil camino de la crítica humorística a las costumbres sociales.

A partir de su propia experiencia, y haciendo uso del valor agregado de su origen, más allá del cantadito cuencano, se permite la autocrítica sobre la vida ‘morlaca’ y contagia con su buen humor al público con sus agudas y a veces fuertes alusiones a ciertos comportamientos, incluso íntimos, de la vida cotidiana, básicamente de la clase media y alta de la sociedad.

Monserrat, comunicadora social graduada en la Universidad de Azuay, estudió también artes en Buenos Aires y, como se inició temprano, ya cumplió veinte años de carrera artística. Ha estado ligada siempre al Patio de Comedias, institución de increíble aporte a las artes escénicas. Actuó en el cine y se hizo muy conocida con su participación en la serie de televisión Las Zuquillo. Una característica de sus logros artísticos en la vida teatral se ejemplifica con la notable imitación de diversos personajes de la vida ecuatoriana, desde las indígenas con su dialecto, usos y costumbres, hasta aquellas de las más encopetadas damas de la alcurnia ‘pelucona’.

Las sonrisas, risas y carcajadas que provoca con sus actuaciones, a partir de los juegos de palabras y frases equívocas que maneja con maestría, como “Les juro que es mi primera vez”, que no es precisamente lo que el público maliciosamente piensa, hasta “Luna de miel”, que ciertamente alude al placentero período inicial de la vida conyugal, pero también a la hiel de ciertas embarazosas situaciones familiares y sociales.

Monserrat, como cultivadora de su arte, hace valiosas aportaciones a la identidad nacional. Por eso merece un reconocimiento, además del apoyo de concurrir y aplaudir sus actuaciones, y recomendar con elogios que pasan de boca en boca.  Ha superado dificultades objetivas y subjetivas hasta lograr su consagración ante el público que asiste y aplaude sus propuestas artísticas.  Bien por ella, por su talento, su ‘ñeque’, su espontaneidad, con todo lo cual divierte y obliga a comentar y reflexionar superando la mojigatería. Así construye nuevos horizontes del teatro y la comedia ecuatorianos. (O)

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