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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Mitos sobre el fraude electoral

23 de febrero de 2017 - 00:00

Es muy importante proteger la integridad de nuestras elecciones. Algunos candidatos cuestionan al proceso electoral, sin embargo lanzan a la gente a la calle para exigir los resultados de ese mismo proceso que impugnan. No tiene sentido.

En primer lugar debemos ser muy cuidadosos de no socavar el libre e igualitario acceso al voto a todos los ciudadanos elegibles para votar y sugerir (por lo menos así he escuchado comentarios) políticas y reglamentos que coarten esta libertad para evitar fraude electoral. Las pocas denuncias que se han presentado sobre las últimas elecciones se refieren a fraude provocado por votantes. Se habla de personificación de ciudadanos fallecidos, pero la realidad es que no se ha concretado ninguna denuncia en las urnas. De hecho, la cédula de identidad y el certificado de votación tienen  foto del votante, que muy difícilmente puede ser no detectada.

Mi percepción es que muchos de los problemas asociados con las acusaciones de fraude electoral están relacionados con errores no intencionales cometidos por los votantes o por las autoridades de las mesas electorales. Y en ciertos casos por los administradores del proceso electoral que en un momento dado sobrevaloran la tecnología o usan procesos no validados adecuadamente. La realidad es que encontramos que muchas acusaciones sobre fraude electoral no tienen ningún sustento. A lo sumo pueden ser catalogadas como irregularidades del proceso; por ejemplo: el ciudadano discapacitado que está votando en su vehículo, pues la junta electoral decidió que así lo haga.

Sin embargo, fue fotografiado y se ‘viralizó’ en las redes como muestra de fraude. Y en otros casos puede ser una conducta inapropiada del votante o de las autoridades electorales, lo cual es muy fácilmente detectable con la tecnología actual. El fraude electoral no puede ser y no ha sido de ninguna manera aceptable en nuestras elecciones, para lo cual debemos encontrar soluciones que resuelvan los problemas específicos en lugar de provocar incertidumbre y hacer que millones de nuestros conciudadanos aptos para votar desconfíen de las elecciones y no participen en nuestros procesos democráticos. Ya superamos la época del golpismo (por lo menos la mayoría de ecuatorianos ya no cree en tumbar gobiernos o sabotear elecciones).

Políticos, expertos asesores electorales y aun fiscales llegan a elaborar conclusiones sin ninguna validez con muy poca información y peor aún, llegan a implicar actos ilícitos, cuando los hechos tienen una muy simple explicación. Cuánto no hemos oído sobre doble empadronamiento, registro de votantes ya fallecidos, votantes habilitados con sentencia penal ejecutoriada y otras anormalidades de este estilo. La verdad es que fraude electoral mediante alteración de votantes individuales es una muy peculiar y tonta manera de intentar ganar una elección.

Es así como analizando la denuncia de que los ‘muertos’ del terremoto están registrados para votar; pues realmente no son más de 600, que incluso en el remoto caso de que fuera algo cierto, no influirían en un resultado electoral. Sin embargo, debemos estar atentos, ya que sí existe tecnología malévola para aparejar procesos electorales y manipularlos, por lo cual es necesario crear confianza como un ingrediente esencial de las lecciones democráticas. Cuando escribo esta columna, la CNE prácticamente ha declarado la segunda vuelta, lo cual no solamente es una muestra de confianza, sino que es fundamental para una verdadera y efectiva campaña. Cuando un candidato solicita tu voto, él quiere que tú confíes que tu voto cuenta y que no será sujeto a manipulación electoral. ¡Viva la democracia! (O)

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