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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Mejor es bueno conocido

18 de julio de 2017 - 00:00

Si se parte de que no hay mal fin a buen comienzo, se podría esperar que en adelante EE.UU. y Rusia se entiendan, colaboren y estructuren la paz mundial; esto sería lo mejor que pasó en la reunión del Grupo de los 20 (G-20), pues las relaciones entre estas potencias eran tan malas que solo faltaba que se agredieran militarmente.

Sin embargo, plasmar en realidad estos buenos deseos se dificulta porque Trump es presidente de un país cuya situación dejó de ser compleja para tornarse peligrosa; allá sus opositores claman por verlo muerto o sin un ápice de poder. Su opinión de que con Putin “el diálogo se centró en cómo moverse razonablemente hacia adelante” va a ser tergiversada hasta el absurdo en casi todos los medios de información, que lo acusarán, con más ahínco que nunca, de ser un vendepatria.

Es que para sus enemigos, tanto demócratas como republicanos, lo que ha pasado en la reunión del G-20 es muy malo. ¿Qué no les gusta? Absolutamente nada, pues odian que el mundo se mueva. Sus actos son tan retrógrados que apenas se firma el acuerdo para aunar la información que controle los ciberataques, que afectan a ambos países, y de inmediato lo reprueban; lo mismo intentarán hacer con la paz en Siria. ¿Qué se traen bajo las faldas? Solo ellos lo saben.

Se sospecha que les disgusta la posibilidad de que se dé un equilibrio de poderes que ponga fin al terrorismo internacional, que solapan; que Rusia resurja como potencia mundial y no se desintegre, tal como planificaron; que ya no puedan imponer al mundo su comercio discriminatorio, poco transparente y opuesto al libre intercambio de mercancías; que la alianza estratégica entre China y Rusia se transforme en una unidad económica, militar y política; que el bloque Brics se convierta en una realidad mundial, que los opaque; que China siga adelante con su monumental proyecto La Ruta de la Seda, al que Europa se una mayoritariamente; en fin, que se desmoronen de a poco sus sueños hegemónicos de dominación global.

Pero siempre es mejor lo bueno conocido, en este caso que en Hamburgo se diera inicio al diálogo entre EE.UU. y Rusia, que ojalá dé como resultado que los problemas del mundo se resuelvan pisando la realidad. Lo que significa que se respete a la naturaleza de manera que las futuras generaciones hereden un planeta mejor; que las grandes potencias se abstengan de intervenir en los asuntos internos de los países soberanos, por pequeños que sean; que los problemas internacionales se traten pacíficamente en el seno de los organismos creados con este fin. No es mucho lo que se exige en nombre de todos los pueblos de la Tierra, porque es mejor que lo malo conocido. Si no, contemplen la crisis de los refugiados, no solo en Europa, sino en todos los lugares donde la intolerancia ha sentado su dominio.

Nos encontramos abocados al momento más crucial de la historia del hombre, cuando una nueva guerra mundial significaría el exterminio de todo lo existente. Es hora de despertar de la catatonia política organizativa a la que nos ha conducido la palabrería insulsa sobre la imposibilidad de liberarnos de la tutela imperial; es hora de organizarse para defender el derecho a la vida, el derecho de nuestros hijos y nietos, el derecho de los oprimidos, que hoy somos casi todos. (O)

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