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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Los obrajes de la época colonial (4)

14 de septiembre de 2017 - 00:00

La jornada laboral duraba regularmente 9 horas y dentro del obraje existían diferentes oficios o especialidades laborales, cada una con diferentes tareas, que eran estas: apartadores de lanas, tintoreros, lavadores., cardadores, hiladores, urdidores, tejedores, astilleros, canilleros, despinzadores, pilateros, bataneros y percheros.

Los salarios de los trabajadores no eran iguales, sino que se establecían según la importancia del oficio y la mayor o menor responsabilidad del trabajador. Abarcaban una escala descendente de entre 90 y 18 patacones: 90 patacones los herreros;  42 patacones los bataneros y carpinteros; entre 40 y 42 patacones los carderos; 30 patacones los tundidores; 24 patacones los tintoreros; 18 patacones los lavadores, percheros, tejedores, hiladores, enroladores, apartadores de lana, canilleros y mitayos.

Los sueldos también dependían de la importancia social que se daba a cada trabajo. Así, un herrero, considerado un técnico, ganaba más del doble que los bataneros y carpinteros, tres veces más que los tundidores y cinco veces más que los tejedores e hiladores, pese a que estos últimos efectuaban el trabajo fundamental del obraje.

Las ordenanzas mandaban a los empresarios pagar los salarios en dinero y no en especies (ropa o comida), y tratarlos bien, pero muchos obrajeros siguieron maltratando a los trabajadores y pagándoles como les venía en gana. Así ocurría, por ejemplo, en el obraje de San Ildefonso, lo que fue denunciado a las autoridades; y en el obraje de Latacunga, donde se sabe que el maestro Pedro Estévez azotaba a los trabajadores.

La jornada laboral se iniciaba a las 6 de la mañana, con el rezo en el patio. Luego los indios eran distribuidos a sus diferentes trabajos, donde trabajaban 9 horas diarias. Sin embargo, para algunos oficios no había horario sino que el maestro les fijaba una tarea diaria que debían cumplir obligatoriamente. Eso dio pie a que en algunos obrajes se les pusieran grandes tareas, para cumplir, las cuales tenían que quedarse trabajando hasta la noche.

Los trabajadores laboraban 312 días por año, pues los demás días eran festivos: los domingos, el día de Navidad, los primeros días de las Pascuas de Resurrección y Espíritu Santo, los días de la Circuncisión, Epifanía, Ascensión y Corpus Christi; la Natividad, Anunciación, Purificación y Asunción; el día de San Pedro y San Pablo y los días correspondientes a las advocaciones de los santos de los lugares donde estuvieran situados los obrajes.

De la misma letra de las ordenanzas surgen datos de la terrible realidad laboral existente en los obrajes, donde había variados castigos para los trabajadores, por causa de atrasos y faltas, daño de materiales, descuido en sus labores, incumplimiento de la tarea diaria fijada y fuga del pueblo para evitar ir al obraje.

El castigo más frecuente consistía en dejarlos encerrados en el obraje hasta que cumplieran su tarea, descontarles parte de su salario, encerrarlos en calabozos del obraje e incluso darles latigazos o ponerlos en un cepo.

Aunque las leyes coloniales disponían que los trabajadores de los obrajes debían ser indígenas adultos, en la práctica se generalizó en muchos centros textiles la costumbre de utilizar niños a falta de trabajadores adultos. Es más, hay pruebas de que las mismas autoridades consentían y aprobaban la utilización de menores de edad en estos centros productivos. (O)

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