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Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Los desastres naturales

28 de septiembre de 2017 - 00:00

Dos terremotos seguidos en México y una seguidilla de huracanes en el Caribe, con una brutal secuela de víctimas y destrucción, nos han puesto a temblar otra vez a los latinoamericanos y a las gentes sensibles del mundo, que vemos con horror que hay una aceleración y conjunción en la ocurrencia de estos fenómenos. Desde la más lejana antigüedad, los grandes fenómenos naturales impactaron con fuerza en la conciencia de los seres humanos, quienes, enfrentados a fuerzas que desconocían y fenómenos que no estaban al alcance de su comprensión, optaron por atribuirles orígenes mágicos o por considerar a esos fenómenos como expresiones de ira de las divinidades.

A partir de la época moderna, se instituyó el concepto de ‘desastres naturales’ para identificar a esos fenómenos de la naturaleza que afectan gravemente a la vida social y que, en la mayoría de ocasiones, nos resultan incontrolables, aunque muchos de ellos eran y son causados precisamente por las acciones humanas sobre el medio ambiente.

Ello nos pone ante el dilema de comprender que esos sucesos, que consideramos desastres para los seres humanos, son en verdad fenómenos normales en el escenario geográfico en el que discurre la vida humana.

Erupciones, terremotos, aludes o deslizamientos de tierras, taponamientos de ríos, diluvios, inundaciones, sequías, incendios o huracanes son, pues, fenómenos normales en el funcionamiento de nuestro planeta, aunque sus efectos sobre la vida social suelen ser catastróficos, pues destruyen obras construidas por el esfuerzo humano y afectan gravemente a la vida, a la salud y a la economía de los pobladores de una región determinada.

Precisamente por ello, los desastres naturales han sido considerados sucesos trascendentales de la historia humana. El mito de la destrucción de la Atlántida, sepultada bajo las aguas del mar Egeo, o el mito bíblico del Diluvio Universal, son dos antiguos registros de la memoria humana sobre grandes desastres.

Lo peor del llamado desastre natural es que, casi siempre, constituye también un desastre social, ya que conlleva la desorganización de las formas de vida colectiva, la ruina del escenario geográfico habitado por el hombre, la destrucción de la infraestructura levantada con gran esfuerzo por la sociedad y la ruina de los cultivos agrícolas y pecuarios. A lo que debe sumarse el despoblamiento temporal o definitivo de una región, sea por causa de la mortandad de gentes y animales o por las migraciones desesperadas que muchas veces siguen al fenómeno destructivo.

Precisamente por el impacto de estos fenómenos en la mentalidad colectiva, cada nación ha guardado memoria de ellos en busca de aproximación a la comprensión de los mismos, tanto en sus causas como en sus alcances y efectos. Sin embargo, se trata más bien de crónicas aisladas, generalmente periodísticas, que se encuentran registradas en antiguos escritos o en medios de prensa, pero que no han generado una corriente de estudios historiográficos que organice y profundice el análisis de tales sucesos.

Precisamente por ello, la Academia Nacional de Historia del Ecuador se ha empeñado en recoger los testimonios históricos de esos sucesos, en dos libros que están a la disposición del público: Historia de los desastres naturales en el Ecuador, de autoría del doctor Franklin Barriga López, y Los fenómenos naturales en la historia del Ecuador y el sur de Colombia, editado por este servidor. (O)

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