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El Telégrafo
Carolina Vásquez Araya

Columnista invitada

Les deben una explicación

19 de septiembre de 2017 - 00:00

Son millones los niños dejados de lado por el Estado guatemalteco. Cada vez que los gobernantes y sus círculos de confianza –no solo parientes, también financistas- se recetan un nuevo privilegio para consolidar su fortuna y sus oportunidades de conservar el poder, miles de nuevos integrantes de la sociedad reciben menos atención en salud, alimentación, educación, vivienda, servicios básicos. Esa masa callada y sometida a la voluntad de otros algún día hará las cuentas y cobrará las deudas.

El despertar ciudadano vivido en Guatemala durante los días pasados y cuyos ecos resonaron a nivel internacional incluyó a muchos niños y jóvenes empapados de civismo y conscientes de que algo anda mal en la manera como se comportan sus autoridades. Es ingenuo pensar que los estudiantes de escuelas, institutos y universidades ignoran el profundo abandono en el cual se encuentran y lo injusto de su situación. Ellos escuchan a sus padres y maestros, también víctimas de un sistema corrupto y clientelar.

En los próximos días el presupuesto de ingresos y egresos de la Nación para el año que viene se analizará y en él viene patente cuáles son las prioridades para la clase política. ¿Educación y salud? Probablemente no. Las presiones de los distintos grupos alrededor de la cúpula gobernante no parece tener en mente a la niñez guatemalteca y esta hipótesis se confirma al observar las estadísticas en temas tan fundamentales como desnutrición crónica, ausentismo escolar, embarazo infantil, trata de personas, estado calamitoso de escuelas y recintos hospitalarios.

Pero existe todavía un sector de la pequeña burguesía capitalina que se resiste a conocer los datos sólidos de tanto estudio. Para ese sector –desde cuyos celulares fluye abundante la desinformación- las cosas en Guatemala no están tan mal. Más aún: “en todos el mundo existe la corrupción, ¿por qué tanto escándalo?”.

Es tentador, entonces, pedirle a ese grupo de seres ciegos y sordos a la abrumadora realidad de la corrupción y la pobreza, que expliquen por qué cada día mueren niños y adultos por causa de la violencia criminal, por qué miles de familias se van a dormir sin un solo bocado en el estómago; por qué entrar en la política parece ser una cuestión de enriquecimiento ilícito y no un trabajar por el bien de todos.

A la niñez y juventud guatemaltecas se les debe una larga explicación. Es preciso enseñarles la verdad de la historia y decirles que su futuro se ha ido a engrosar fortunas, que sus ideales son aplastados por las ruedas de Ferraris y Maseratis y sus perspectivas de desarrollo se perdieron en negocios tan turbios como ilícitos de los servidores públicos. Porque ¿cómo decirle a una niña embarazada que el crimen cometido en su contra nunca llegará a los ámbitos de la justicia por falta de capacidad de los entes de investigación? Lo mismo a las familias cercenadas por actos criminales, los cuales quedarán como parte del escenario cotidiano; sin resolución, sin penas. La niñez guatemalteca no es un accesorio incómodo sino la principal protagonista de una historia que urge cambiar.

La niñez guatemalteca merece una atención prioritaria y ocupar un sitio privilegiado en los planes de desarrollo. (O)

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