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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Las puertas sin retorno

15 de noviembre de 2017 - 00:00

El corredor es de 10 metros largo y metro y medio de ancho, piso empedrado, paredes estucadas, al fondo la puerta por la cual si alguien ingresa, del lado del océano, serán las ánimas de millones de personas expulsadas de sus territorios hacia Europa o América. No hubo check list y quienes estamos por acá somos el testimonio comunitario de los que sobrevivieron a las desventuras de la travesía. Ha sido llamada puerta sin retorno, está en la llamada Casa de los Esclavos, ubicada en la isla de Gorée, República de Senegal. Nunca se cerrará, porque la espera es infinita, no se reclama olvido, porque el invento cultural (visto desde sus inventores) marca la ruta política al interior de los países y fuera de aquellos.

En la Constitución de la República, en el Artículo 1, dice que el Estado es, entre otras adjetivaciones, "intercultural y plurinacional". El Artículo 11, numeral 3, advierte que "los derechos serán plenamente justiciables". ¡Grandioso! La humanidad de cualquier persona se apoya en los límites de su ‘nación’ (pertenencia y origen) y en su ‘voluntad cultural’ de ser. Así afirma la calidad de su ciudadanía, una mezcla de derechos y anhelos personales (también colectivos). El reconocimiento es incuestionable.

El racismo estructural o dominación ideológica del grupo social elevado a categoría de ‘dominante’, deshumaniza personas a partir "de su manera de existir". El entrecomillado es de Frantz Fanon. O escrito por el maestro Juan García: ‘sociedad dominante’. Ahora por las puertas sin retorno se expulsa a la misma persona de su existencia aplicando la negación de la territorialidad comunitaria, ese espacio de vida y bienestar. Exacto, ahí es donde ocurren los procesos civilizatorios de las comunidades negras de Esmeraldas o de cualquier otro lugar del país.

Los racistas no se olvidan de ningunear a personas concretas y están obligados al silencio por las leyes penales antirracistas, pero concentran su narrativa antropológica en dañar el Estar Bien Colectivo del Pueblo Negro. Explicando con F. Fanon: "Este racismo que se quiere racional, individual, determinado, genotípico y fenotípico (cursivas de JME), se transforma en racismo cultural", p. 2, Matxingune Taldea, 2011. Y no es suficiente esa respuesta tautológica de "nosotros también somos seres humanos", ironizado por Achille Mbembe.

La sociedad dominante ecuatoriana y de las Américas ejerce el poder, unas veces afinado y en otras áspero, utilizando las instituciones estatales, del pensamiento, de la comunicación y hasta religiosas. La equidad mostrada con indicadores sociales y económicos apropiados tiene el límite que el grupo dominante autoriza, por inversión política según plazos y resultados, jamás por tema del corazón. El racismo no es un sentimiento personal (¡quién Dios sabe!), es la palabra suelta de quienes se asumen de dueños de ríos, bosques, territorios y hasta de la intelectualización de las personas desposesionadas. Axê, David Harvey. (O)

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