Expresidentes neoliberales que terminaron sus mandatos con los peores índices de popularidad, comenzaron la cruzada de recorrer el continente en foros, encuentros, reuniones, combatiendo el progresismo en todas sus formas. Pasados los meses fueron implicados en los peores actos de corrupción. Ya algunos están detenidos para investigaciones, otros se han silenciado por el momento, pero no hay duda que frentear al progresismo es la consigna en todo el continente. América Latina, como nunca antes ha profundizado sus contradicciones, las nuevas clases medias emergentes, producto de crecimiento y desarrollo, en algunos casos, se han convertido en la punta de lanza del neoconservadurismo. Sectores que crecieron, ahorraron, comprando, viajaron ahora defienden lo ganado como clase en contra de los que permanecen en pobreza. En países donde ganó el retorno neoliberal, sectores de esa clase emergente, no saben para dónde ir, una vez que han sido afectados en su economía. Lo logrado parece que se les escapa de la mano y lo malo que pensaban que tenían los gobiernos progresistas, no ha sido tan malo. Pero difícil el que ahora puedan agruparse, organizarse y posicionarse frente a la arremetida mediática en el continente. En países como Argentina o Brasil, la arremetida contra la información pública ha sido brutal. Cuántos medios públicos o comunitarios han sido maniatados. La propia esfera pública ha sido maniatada. Y la vieja izquierda, aquella que nunca ganó nada, ha quedado atónica, porque así y con toda la arremetida sus consignas pasadas de época, no logran expresar el mínimo de las demandas sociales. Y para colmo la muletilla del “populismo” se les ha agotado, viendo como el populismo conservador del país del norte, rompe todos los moldes. La arremetida de los gobiernos neoliberales contra los principios básicos del no intervencionismo no tiene el más mínimo pudor al proclamar su miope mirada sobre la democracia. Convocan reuniones para decidir qué es lo mejor o no en Venezuela, cuando en sus propios países no tienen la capacidad de resolver, mediar, dialogar y sobre todo dar respuesta a la pobreza, la exclusión y la miseria. Ahora que el país del norte ha dicho que no descarta la intervención militar, se han puesto en grave dilema, porque si lo avalan, estarán socavando su propia existencia en un futuro próximo. Es vergonzoso el retorno al pasado. Las viejas instituciones regionales solo dan cuenta de que son obsoletas, pero lamentablemente, las nuevas organizaciones, producto de internacionalismo progresista son boicoteadas en todos su pasos. Mientras tanto las fuerzas populares parecen adormecidas, aún viviendo de las nostalgias de lo ganado o de lo perdido. América Latina vive un proceso de violencia pacificadora. Las fuerzas antidemocráticas gobiernan “democráticamente” valga el caso cínico de la repartición del poder en Brasil. Y la corrupción, hoy se demuestra que fue la mejor táctica para corromper y deslegitimar lo público, que no solo es el Estado. Lo privado-corporativo parece salir ganando en este primer round. Mientras la izquierda progresista, parece, contagiada de la vieja praxis de la izquierda tradicional. Anquilosada en lo reactivo. ¿Dónde están la ilusiones movilizadoras? El progresismo debe recuperar su voluntad de poder, lo que siempre lo hace ganador. (O)
