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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

Las nuevas bases sociales de la derecha

02 de mayo de 2017 - 00:00

El debate abierto en el proceso electoral en torno al alineamiento con la extrema derecha de fuerzas definidas como de izquierda, evidencia el cambio experimentado por esta tendencia en el marco de la Revolución Ciudadana y su necesidad de repensarla.

Izquierda no es una denominación dada para siempre a un individuo o colectivo. Es una categoría histórica en construcción. En Ecuador ha designado una tendencia constituida por partidos, movimientos, organizaciones sociales y étnicas, intelectuales, medios de comunicación, que han conformado un bloque democrático progresista, un partido orgánico de los sectores populares y medios cuyo horizonte es una sociedad alternativa al capitalismo y que disputa espacios con los bloques de derecha, los partidos orgánicos de la oligarquía y las burguesías aliadas al imperialismo. Ser de izquierda es aplicar el pensamiento crítico para comprender el momento histórico y avanzar, en cada coyuntura, en la construcción de ese proyecto estratégico.

Pero cuando se sigue definiendo como “de izquierda” a fuerzas que asumen el proyecto de la extrema derecha, la representan y forman parte de su estrategia violenta, se adopta una perspectiva esencialista y ahistórica. ¿Acaso abrazar el proyecto de Lasso es aproximarse al socialismo? ¿Subordinarse al Macri y Temer criollo no es asumir un expediente destructor de todo horizonte de transformación revolucionaria? Claro que sí.  Por ello, estas adscripciones no serían solo fruto de enfoques dogmáticos e ideologizados. Lo que evidenciarían es el cambio cualitativo de la tendencia en la historia presente.

Partiendo de la premisa de que la Revolución Ciudadana, con todos sus límites, nos aproxima a la construcción de esa utopía social, podría sostenerse que ella ha decantado al bloque democrático-progresista de aquellas fuerzas que se fueron corporativizando, constituyéndose en micropoderes fácticos funcionales a la oligarquía y al neoliberalismo, así como también de aquellas creadas por el imperialismo, cuyo accionar corrosivo y carácter reaccionario ha sido transparentado por la Revolución. Intelectualmente, decantó posiciones en torno a la modernización, la reforma, la democracia y la construcción de lo nacional. Mostró que no todos los/as indios/as, sindicalistas, feministas o intelectuales son necesariamente de izquierda y que una cosa es la etiqueta manipulada como identidad política para su negociación en el sistema y otra la práctica asumida en coyunturas decisivas para el avance o retroceso de la revolución.

Propongo, en definitiva, que no es histórico ni científico seguir denominando como “de izquierda” a fuerzas que se subsumieron al proyecto protofascista de CREO en las elecciones del 2017. Al contrario deberían ser conceptualizadas de aquí en adelante como bases sociales de la extrema derecha e integrantes de su partido orgánico y de ninguna manera como parte del bloque de fuerzas democrático-progresistas del Ecuador.  La nueva coyuntura que se abre podrá confirmar o desechar esta hipótesis. (O)

 

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