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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Las cámaras y sus plusvalías

19 de diciembre de 2016 - 00:00

La imagen de país que tienen algunos sectores autodenominados ‘productivos’ es de semejanza a una empresa: el fin es sacar las máximas ganancias para pocos a costa de muchos. ¿Cuál es el temor que tienen al proyecto de Ley Orgánica para Evitar la Especulación sobre el Valor de las Tierras y Fijación de Tributos? Precisamente el que ya no seguirán especulando con el valor de las tierras, con el valor del suelo y perjudicando a millones que no pueden acceder no solo a una vivienda digna, sino -además- a recursos que ilegítimamente se apropian cada vez que revenden terrenos, producto de las inversiones que el Estado hace. Con el cuento, siempre, de que “se puede reducir la actividad económica” lo que buscan, simplemente, es que sus negocios no tengan control alguno. Puro y simple mercantilismo. Si fuera por ellos el país estaría totalmente privatizado, no tendríamos seguridad social pública, sino que estaría repetidamente quebrada, como ha pasado en Chile, el caso necio de querer imponer el bienestar del capital por sobre el bienestar de las personas y las familias. Ese tipo de empresariado ha sido un lío por décadas. Desde finales del siglo XIX, son sectores que no han creído en Ecuador, fueron los que posicionaron eso del ‘regionalismo’, incluso queriendo el separatismo. Son aquellos que soñaron con el país a su imagen y semejanza; que no han creído en la unidad nacional ni en la unidad de América Latina. Es absurdo que ahora se opongan a una ley que beneficia a las mayorías. ¿Será por eso que no han contado con el apoyo ciudadano que creían tener? Este proyecto de ley se encarrila en el sentido de la lucha mundial contra toda forma de especulación, de perjuicio a los más pobres, pero resulta que acá los que más tienen se oponen a una forma de controlar prácticas que fomentan la inequidad y la desigualdad social. Y lo peor de todo son sectores que han ganado en esta década, y no han ganado poco, pero ahora resulta que nadie sabe quiénes son los especuladores, dónde están, quiénes son los que han ganado bien estos años. Y con el chantaje de la potencial pérdida de empleo, pretenden meter miedo a la gente para conseguir apoyo. Basta recorrer las grandes ciudades para ver cómo en ciertos sectores los precios por metro cuadrado rozan en el absurdo; como también ser testigos de municipios cómplices que no hacen nada para impedirlo. Son miles los ecuatorianos que aún no acceden a una vivienda digna. Si los precios que quieren ciertos sectores es de casas de más de $ 100.000, son esos miles, millones de ecuatorianos los cuales nunca tendrán vivienda. Los municipios deben asumir con responsabilidad el apoyo a la ley, son ellos los que recaudarán los dineros, son ellos los que deben tener catastros actualizados y avanzar en un ordenamiento territorial del siglo XXI. Cuánta falta nos hace un empresariado distinto, comprometido con los objetivos nacionales, pero sobre todo no mezquino. A buena hora que la mayoría de empresarios son pequeños y medianos emprendedores. Es hora de avanzar en la democratización de los medios de producción y poner un alto a tanto egoísmo mercantil que disfruta de teletones, de beneficencias, de caridades y toda práctica para tapar su egocentrismo social. (O)

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