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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

La vía libre de Lenín

18 de agosto de 2017 - 00:00

Alianza PAIS nunca pudo manejar los casos corrupción. Es, como he dicho ya varias veces, la consecuencia de un problema más grande relacionado a los mecanismos internos del partido, todos jerárquicos, todos dependientes de la figura de Rafael Correa. Es la consecuencia de esto, porque nunca hubo el reconocimiento del problema que representó la corrupción en el gobierno pasado y, por lo tanto, tampoco se dieron los pasos para solucionarla. No hubo, como mínimo, la capacidad autocrítica de separar a quienes, bajo su autoridad, cometieron la mayoría de estos actos. Lo que sí hubo, desde el comienzo, fue la precipitación por culpar a todo el mundo por los errores propios.

Hay un ala de Alianza PAIS que parece mantener el mismo protocolo. Gabriela Rivadeneira, secretaria de AP, solicitó a José Serrano, presidente de la Asamblea, que rinda explicaciones sobre el regreso de Carlos Pareja Yannuzzelli. Ese mismo día, luego de una reunión de legisladores del bloque oficialista, un sector de AP aseguró que el bloque definió el inicio del proceso para el juicio político de Pablo Celi, actual contralor. Piden explicaciones a todo el mundo, pero todavía no se atreven a demandar explicaciones puertas adentro.

En paralelo, Rafael Correa tuiteaba que “Nadie debe confiar en alguien así” (sic), refiriéndose a su sucesor, el actual Presidente. Correa basó su manera de gobernar, precisamente, en ese error: su confianza personal en los individuos. No fue el mecanismo más participativo, pero tampoco es que veníamos de la institucionalidad más grande. En todo caso, eso de poner las manos al fuego por su grupo de leales es lo que ahora nos ha dejado con funcionarios prófugos en un sistema deslegitimado.

Que cierto sector de AP continúe siendo la caja de resonancia de Correa, resta fuerza a las propias demandas que pueden venir de adentro, las propias críticas válidas a Lenín Moreno, porque han perdido los espacios discursivos. Moreno ha jugado a la política con astucia, en parte, porque saltan implicados por todos lados, a quienes todavía les debemos el debido proceso, pero cuyas sospechas y vinculaciones hacen que, en el mejor de los casos, sean responsables administrativos por negligencia. Es el costo político de hacer política: lo que pasa bajo tu dirección termina siendo tu culpa. Un costo que en Alianza PAIS nadie quiere asumir.

Por otro lado, es también una cuestión de imagen, de retórica, de ganar los espacios discursivos del conflicto político. Lo que necesitamos es justicia, lo que tenemos son dos bandos en busca de vendettas. Claro está, quienes acusan a Glas tienen mucho a su favor. Como mínimo, su incompetencia como Vicepresidente, su incapacidad de controlar a sus colaboradores más cercanos.

Lo cual nos trae de regreso a la gran incógnita de Moreno: cuál es su proyecto político (porque es claro que no es el mismo que el del gobierno anterior). Bajo el manto del diálogo y empujado por su cruzada anticorrupción, ha dado visos: ha sugerido entregar al control del dinero electrónico a la banca privada, nombró a un exgerente de Halliburton como Ministro de Hidrocarburos, faltaba poco para que en su discurso del 10 de agosto se disculpara con las Fuerzas Armadas, ha hablado sobre austeridad fiscal, pero también ha sugerido defender los derechos ganados y gradualismo en las medidas. En este punto, los que piden defender lo ganado no se dan cuenta de que primero tienen que sanear lo ganado. Le están dejando la labor completa a Lenín, y con esto, cualquier posibilidad de crítica interna a lo que podrá ser su gobierno los próximos cuatro años. (O)

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