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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

La ropa vieja del clóset

17 de abril de 2017 - 00:00

La vida social moderna, sobre todo en las áreas urbanas, sucumbe con regularidad a lo que los medios de comunicación (radio, prensa, televisión, páginas web) cuentan en forma de noticias, entrevistas u opiniones. Las elecciones del 19 de febrero y las del 2 de abril en Ecuador inauguraron una nueva etapa del otrora llamado cuarto poder convertido hoy en tribuna abierta de los desafueros de cualquiera que odie a Rafael Correa o al proceso de la Revolución Ciudadana, representada hoy en el presidente electo Lenín Moreno.

El rol de ciertos medios privados y varios periodistas -durante el último proceso electoral- hizo que por fin salieran del clóset y dejaran ver las hilachas de sus pasiones, sus intenciones retocadas de política editorial, sus lazos con políticos y empresas, sus debilidades por el mercantilismo noticioso. Y lo hicieron -y lo hacen- porque ya no podían soportar que su función política, en el imaginario social, estuviera supeditada a la premisa, siempre discutible, de la ‘independencia’ y la ‘objetividad’. Muchas décadas habían consumido en crear la fábula de que su labor forjaba uno de los valores de la democracia: la libertad de expresión. Pero ahora era inconcebible que su influencia dejara el camino abierto para que un proceso político, que había develado sus ataduras con la mentalidad dineraria, volviera a triunfar en las elecciones.

Salir del clóset de la ‘independencia informativa’ y apelar a la defensa de la patria para demoler la dictadura correísta, fueron motivos suficientes para que un banquero tuviera a su disposición gran parte del aparato de comunicación privado y la contribución desprendida de comunicadores de culto y de otros de mínimo espesor periodístico.

Por contrapartida, y para protegerse a priori, decían que el candidato Moreno tenía al Estado como ejecutor de la campaña. ¡Vaya falacia! Lo que tenía y tiene, por supuesto, es una década de trabajo público fecundo que ha transformado al país. Y falta muchísimo por hacer.

Además, también para curarse en salud, dijeron que los medios públicos estuvieron al servicio de la revolución. Esa aseveración conduce, en realidad, a una pregunta básica: ¿qué sería de la opinión ciudadana si no existieran medios públicos que narraran la otra cara del Ecuador? Viviríamos de la ropa vieja del clóset…

Es innegable, ahora que hablamos de medios, que los privados tienen una (su) función muy clara: defender al mercado. Pero los públicos deben asumir otros objetivos, o sea, es inaplazable mapear, comunicacionalmente, este nuevo momento político pensando más que nunca en la ciudadanía y el futuro.

La comunicación y la información son prioridades políticas, no lo olvidemos, pues el país se apresta a sobrellevar las amenazas desestabilizadoras de un sector antidemocrático y cuasi fascista. Lenín Moreno, a estas alturas, y por lo experimentado estos meses, percibe muy bien que su gobierno requiere de una visión comunicacional integral y de lucha.

¿Si del otro lado -medios y políticos- no paran de deslegitimar su triunfo, por qué Lenín ha de desestimar el imperativo de construir comunicación de calidad, ética y democrática? (O)

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