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Víctor Mendoza Andrade

La modernización agrícola y sus consecuencias (2)

18 de octubre de 2016 - 00:00

En el artículo anterior nos referimos a la dependencia económica del país, con respecto a la exportación de productos primarios obtenidos con la utilización de nuestros recursos naturales y por la favorable ubicación geográfica tropical sin cambios extremos climáticos que afecten la producción.  

Entre estos productos principalmente tenemos flores y frutos que tienen características perecibles (no es posible almacenarlos) y con mercados globalizados, competidos por diversos ofertantes que representan intereses diferentes.

Estas características de nuestros productos agrícolas primarios de exportación: perecederos con picos de exportación estacional y sustituibles por los importadores en circunstancias económicas críticas, significan mercados de oferta inestables con ajustes financieros frecuentes, circunstancias desfavorables planteándose como solución incrementar la productividad y disminuir el valor de oferta de nuestros productos para enfrentar a la competencia.

Para alcanzar estos objetivos se considera urgente la necesidad de mejorar la tecnificación de los cultivos, lo cual significa inversión. Al respecto, recordamos que Francia, en la década del 60, realizó con éxito la revisión de sus políticas agrícolas logrando el primer puesto de producción en la comunidad europea. Al ministro que obtuvo este logro le preguntaron hasta qué punto deberían tecnificar la agricultura, a lo cual contestó: “Justo hasta que quiebren”, advirtiendo con la respuesta los riesgos que tiene la aplicación de una tecnificación que no corresponda al medio social donde se aplique. Por otra parte, si los aumentos de producción tienen como finalidad disminuir los precios de producción, esto significa la depreciación de los recursos naturales renovables con los cuales los obtenemos, y ajustes en los costes de la mano de obra, lo cual ha ocasionado el éxodo impresionante de la población rural a las ciudades.

En 1950, la población rural constituía el 71% de la población total de Ecuador. En 2001 era el 39% y en 2015 se calcula en 31%. Esto significa que el campesino busca en las ciudades la solución a las malas condiciones de vida en el campo. Parte de esta mano de obra probablemente podrá ser sustituida por la mecanización agrícola, pero no hay duda de que el abandono del campo pone en peligro la seguridad alimentaria que básicamente está sostenida por el pequeño productor agrícola.

Esta situación no pone en duda la importancia de la tecnificación agrícola, pero sí nos advierte que no es la solución integral y la urgencia de tener una sólida política de Estado que supere la coyuntura política, armonice los diferentes componentes del desarrollo y preste una sólida base para el cambio de la matriz productiva poniendo en rigor la producción sustentable en salvaguarda de nuestros recursos naturales renovables, para lo cual es necesario recordar que el desarrollo no reconoce países pobres y ricos, sino que es una responsabilidad planetaria que debe estar vigente en todos los tratados de intercambio comercial. (O)

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