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El Telégrafo
Alfredo Vera

La ideología en el mercado

07 de marzo de 2017 - 00:00

Es bueno repetir una antigua frase que dice: “mientras más conozco a la gente, más quiero a mi perro”, hoy respuesta a la desazón moral que nos abruma, al conocer la cantidad de desertores ideológicos que abundan en este proceso electoral que vive nuestra patria.

En este último tiempo he perdido más amigos de los que podía imaginar, muchos de ellos compañeros de lucha, hoy entregados desvergonzadamente a la búsqueda de ubicación, el ansia de poder o, sin ambages, la comercialización de su débil ideología.

Y lo más grave es que, con total falta de pudor, publicitan su doblez y falta de conciencia, al prostituir su pasado y dejar como herencia la más tremenda falta de consistencia política.

No llama la atención que un sujeto, como Jaime Nebot, después de decir, hace pocos días, que está descubriendo al verdadero Lasso, hoy no tenga empacho en brindarle su respaldo, a quien consideraba un farsante.

En el mismo sentido, la señora Cynthia Viteri, que hace poco llamaba al Lasso, “el candidato del desempleo”, le entrega su contingente al representante de la banca.

Son gente que proviene de la matriz ultraconservadora y fascistoide que, a su tiempo, se agrupaban bajo la bandera socialcristiana, y no hacen otra cosa que poner en subasta pública y sin decoro, sus aseveraciones dichas en un reciente pasado.

Hay que pasar de la tristeza al asco, cuando se hace público el viraje de militantes en la izquierda, o enlodando el poncho, a quienes se proclamaban defensores de la causa indígena.

No alcanza la limitada extensión de una nota como esta, para dar la lista de los mercachifles que han vendido su conciencia y la supuesta ideología que preconizaban a grito pelado, y que han resultado una sucia demagogia.

La tristeza y el dolor que aflige al constatar estos casos de prostitución política, se agigantan cuando con una total falta de respeto a la colectividad, a la familia y a su pasado reciente, hacen alarde de su sucia condición de mercachifles de las ideologías. Pero, en compensación al dolor que sentimos por tener que perder la amistad de quienes considerábamos compañeros caminantes para forjar un destino de dignidad para nuestra patria, el pueblo intuitivo y severo, los castiga hundiéndolos en el basurero de la historia: que digan si no es así, sujetos como Ramiro González, Lourdes Tibán, César Montúfar, Juan Vélez, Marco Murillo, Juan Bautista y algunos etcéteras, a quienes les negaron la posibilidad de seguir “jugando a la democracia”, como cantó Carlos Puebla.

Es importante que la juventud se nutra del conocimiento de esta fenomenología que resulta oprobiosa, por un lado, cuando se comercializan las ideologías y las militancias, pero que se compensan con la sanción moral que debe aplastarlos para siempre, cuando los electores les niegan su respaldo: como se dice, una de cal y otra de arena.
Podríamos hacer un parangón, a favor de los que son leales con sus ideas y con su historia, aquello que dijo alguien: “pobre, pero honrado…”

¡Todavía queda mucho que aprender cuando la moral y la ética se ponen en subasta!  (O)

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