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Leonardo Boff

Columnista invitado

La humanidad, amenazada por guerras altamente destructivas

15 de marzo de 2017 - 00:00

En Brasil tenemos una gran violencia social, con un número de asesinatos de los más altos del mundo. No gozamos de paz, pues hay mucha rabia, odio, discriminación y perversa desigualdad. Sin embargo, estamos al margen de los grandes conflictos bélicos del mundo, algunos verdaderamente amenazantes para el futuro de la especie humana. Estamos en plena nueva guerra fría entre EE.UU., China y Rusia. Se ha reiniciado una nueva carrera armamentística, sea en Rusia, sea en EE.UU. con Trump, para producir armas nucleares todavía más potentes, como si las ya existentes no pudiesen destruir toda la vida del planeta.

Lo más grave es que la potencia hegemónica se ha transformado en un Estado terrorista, con una guerra despiadada a todo tipo de terrorismo, invadiendo países de Oriente Medio y cazando inmigrantes ilegales; deteniendo a sospechosos sin respetar los derechos fundamentales, como consecuencia de la Ley Patriótica impuesta por Bush Jr. que suspendió el habeas corpus, acto no abolido por Obama, como prometió.

Comentaristas poco mencionados en nuestra prensa hablan del peligro real de una guerra nuclear, ya sea entre Rusia y EE.UU. o entre China y EE.UU.

Trump, a decir del intelectual francés Bernard-Henri Lévy (O Globo 5/3/216), “es una catástrofe para Estados Unidos y para el mundo. Y también una amenaza”. De Putin, en el mismo periódico, afirma: “Es una amenaza explícita. Sabemos que quiere desestabilizar a Europa, acentuar la crisis de las democracias y que apoya y financia a todos los partidos de extrema derecha. Sabemos también que en todos los lugares en que se traba una batalla entre la barbarie y la civilización, como en Siria y en Ucrania, está del lado equivocado. Ahí está una verdadera y gran amenaza”.

Según Moniz Sodré en su grandioso libro El desorden mundial, Putin quiere vengarse de la humillación que Occidente y EE.UU. infligieron a su país al final de la Guerra Fría. Alimenta pretensiones claramente expansionistas, no en el sentido de recuperar la antigua URSS sino los límites de la Rusia histórica.

Estamos perdiendo la conciencia de los grandes nombres del siglo pasado, como los de Bertrand Russel y Albert Einstein del 10 de julio de 1955 y unos días después, el 15 de julio de 1955, secundado por 18 premios Nobel, entre ellos Otto Hahn y Werner Heisenberg. Afirmaron: “Vemos con horror que este tipo de ciencia atómica ha puesto en las manos de la humanidad el instrumento de su propia destrucción”.

Si en aquel momento la situación se presentaba grave, hoy es dramática. Pues además de las armas nucleares, hay disponibles armas químicas y biológicas que también pueden diezmar la especie humana. Algunos analistas de los conflictos mundiales suponen que el próximo paso del terrorismo ya no sería con bombas y hombres-bomba, sino con armas químicas y biológicas, algunas tomadas de la reserva bélica dejada por Gadafi.

En la raíz de este sistema de violencia está el paradigma occidental de ‘voluntad de potencia’, es decir, una forma de organizar la sociedad y la relación con la naturaleza basada en la fuerza, la violencia y el sometimiento. Ese paradigma privilegia la competencia a costa de la solidaridad. En vez de hacer de los ciudadanos socios, los hace rivales. A ese paradigma del puño cerrado se impone la mano extendida como una alianza para salvaguardar la vida; ante el poder-dominación debe prevalecer el cuidado, que pertenece a la esencia del ser humano y de todo lo viviente. (O)

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