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El Telégrafo
Gabriela Rivadeneira Burbano. Presidenta de la Asamblea Nacional del Ecuador

La entomología política en la era de Twitter

21 de junio de 2015 - 00:00

No salgo del asombro. Mientras comparto feliz, en mi tierra, las celebraciones del Inti Raymi, mientras participo, con alegría, de esta fiesta nuestra, de esta fiesta de la reciprocidad y la solidaridad del mundo andino, Enrique Ayala Mora me dedica un editorial muy agresivo en El Comercio, a propósito de un tuit falso que me atribuyeron y que algunos hicieron circular en redes. No puedo creer que un académico, un intelectual de su talla pueda incurrir en semejante ingenuidad. Es penoso responder a una nota que es falsa desde su título y desde sus fundamentos. ¿Cómo pudo Enrique Ayala Mora enredarse de ese modo y caer tan bajo como para dar rienda suelta a su odio, a su resentimiento, a partir de una premisa falsa y difícilmente verosímil para alguien de su formación? Quizá, por razones generacionales, el doctor Ayala carezca de familiaridad con las redes sociales y desconozca el hecho de que lo que allí circula es en gran medida falso, mentira lisa y llana.       

¿Cómo pudo haber creído lo que nadie con un mínimo de experiencia y formación en la política podría jamás creer? ¿Cómo pudo haber creído que la presidenta de la Asamblea Nacional es capaz de escribir o de decir algo tan burdo y reaccionario como que “está prohibido protestar en las calles” y que “eso es para la gente idiota”? Aparte de que siempre hemos estado en las calles, resistiendo primero al neoliberalismo y construyendo y defendiendo luego este proyecto de justicia social, es una ingenuidad que pone en ridículo su condición de analista político el creer cualquier cosa que se difunde en las redes.

No tiene el doctor Ayala el perfil de alguien que pudiera propalar esas frases que suenan bonito y son atribuidas en la red a autores célebres, muchas veces sin tener la menor relación con sus supuestos autores. No parece tampoco una persona ingenua, que pudiera hacerse eco de una operación tan burda como querer hacer pasar como auténtica una expresión tan torpe y de tanta prepotencia, lo cual sí me preocupa, porque entonces, ¿de qué operación política, de qué campaña sucia puede formar parte el doctor Ayala?

A marchar junto con sus antiguos enemigos lo conduce hoy el odio, la nostalgia quizá de un pasado que le ofrecía un protagonismo mayor, ese pasado que lo tenía como colega y contradictor de aquel parlamentario experto en entomología política y orinoterapia que hoy quiere liderar desde una alcaldía a los ‘bandera negra’. Suelta también -irresponsable, temerariamente- el doctor Ayala, entre mal disimulados elogios a sí mismo, característicos de su narcisismo, acusaciones realmente graves que debería probar para demostrar que no es un calumniador profesional.

Quiero creer que su formación en la tradición socialista y libertaria, que su compromiso con un país más igualitario y más justo, no permitirán que el doctor Ayala Mora se convierta en un alfil de la resurrección de esa vieja política y de esa argolla que él tan bien conoce. Porque en momentos en que, como sociedad, vamos a debatir qué clase de país queremos, en momentos en que se definen con mayor claridad dos modelos de país y de sociedad, sería muy triste ver a mi coterráneo socialista marchando junto a la derecha fundamentalista del libre mercado y no junto a quienes queremos un país con equidad y justicia social. (O)

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