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Alfredo Vera

La cuña del mismo palo

18 de abril de 2017 - 00:00

No cabe la menor duda de que el idioma castellano se enriquece con el uso de los refranes del argot popular, cosa evidente por lo que se está presentando en el proceso electoral que el Ecuador vive.

Se necesitaba que aparezca una situación en el recuento de votos para definir con perfecta claridad quién es el candidato ganador a la Presidencia en la actual contienda. Tenía que darse la participación de una voz fuerte que pusiera en su sitio y que lo calificara de aniñado no apto para perder un proceso electoral como es el caso del banquero Lasso.

Esa voz fuerte es la del dirigente socialcristiano, Jaime Nebot, quien demuestra haber alcanzado un grado de madurez en base a la experiencia que tiene acumulada.

El Alcalde de Guayaquil puso freno a las ambiciones del banquero de querer ganar las elecciones con cualquier artimaña y dio al traste con esas intenciones.

No había límite para proponer cualquier desaguisado: que se recuenten los votos de unas determinadas urnas escogidas por él mismo; que las urnas no representan cualitativamente al electorado ecuatoriano; que ellas fueron seleccionadas caprichosamente, así por el estilo.

Para Lasso no contó la importancia de los acuerdos de felicitación internacionales que demostraban la convicción de que el CNE había actuado con cordura y seriedad.

De un plumazo el candidato perdedor quería remontar la diferencia a base de triquiñuelas y falsas expectativas.

Aunque el presidente Correa ya había anunciado una salida coincidente, lo importante era que no se argumentara que esa solución estaba amañada para favorecer a Lenín Moreno.

Era muy importante que no hubiese pretextos para descalificar el procedimiento que, aunque no está contemplado en la ley, tenía que silenciar de una vez por todas al desafiante banquero.
Sin tener prueba alguna ya Lasso había condenado el proceso, hablando de fraude sin señalar en qué consistió ese resultado.

Con millonario derroche y en contubernio con los medios de comunicación opuestos por odio a Correa, Ecuavisa, con base en un sondeo rápido,  proclamó ganador a Lasso sin ningún pudor.

Querían aplicar la estrategia a la venezolana y empezaron a calentar las calles con manifestaciones demandando cosas absurdas no contempladas en la ley ni en la racionalidad.

Sabían que por la línea electoral correcta jamás alcanzarían a completar el número de votos ni siquiera para llegar a un empate técnico; y en su desesperación intentaron, bajo la batuta del desertor Andrés Páez, descalabrar el proceso electoral.

Ya en la primera vuelta ofrecieron mostrar pruebas de alguna ilegalidad fraudulenta, y finalmente no tuvieron qué mostrar.

Al banquero solo le queda resignarse y admitir que dilapidó una fortuna para comprar el voto de los ecuatorianos y no le dio resultado.

Lasso debió ceder el espacio de conducción de la derecha a quien ya sabía que la suerte estaba echada: Nebot demostró que él sí podía ocupar el puesto de “cuña” del palo Social Cristiano que tendrá que esperar cuatro años más para intentar una solución neoliberal.

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