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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

La corrupción es según el medio que la ventile

16 de junio de 2017 - 00:00

La semana pasada fue allanada la Casa de Gobierno en Buenos Aires. Nada menos. Lo fue por presunción de ilegalidad en concesión a líneas aéreas realizada por el actual gobierno, donde algunas de esas aerolíneas están bajo sospecha de ser propiedad del presidente y/o de algunos de sus principales colaboradores.

Fuerte es el silencio, cuando se lo quiere. Los medios periodísticos hegemónicos decidieron ignorar el enorme incidente. Nunca ocurrió, decretaron. Un ominoso silencio se tejió sobre el hecho, que se publicó en la mayoría de los casos en lugares secundarios, cuando no fue directamente ignorado. Preguntando a personas amigas que viven en Argentina, varias no sabían del caso, incluso siendo opositoras al macrismo. La omisión cumplió su cometido: es como si el allanamiento no hubiera existido.

Es toda una lección de lo que sucede con la corrupción. La paja en el ojo ajeno, la estrategia de hablar sobre el otro y silenciar lo propio. Es por ello que en política es tan equívoco tomar partido a partir de la supuesta transparencia, contra la declarada corrupción: a menudo los que denuncian corrupción son claramente corruptos. En el caso argentino, acusaciones de corrupción al gobierno anterior -se demuestran luego como fundadas o falsas, seguro que hay de ambas cosas- han servido para ocultar casos de corrupción propia, pero más aún para silenciar actuales políticas neoliberales catastróficas para los sectores populares.

Y es que nada de lo decisivo en política se discute en términos de corrupción o de pretendida transparencia. Por supuesto que siempre hay que rechazar la corrupción, y hay que investigarla para extirparla. Eso es válido en cualquier circunstancia política.

Pero nada importante de la política se decide en relación exclusiva a índices de corrupción. Un gobierno podría ser muy transparente y ser totalmente ineficaz. O tener escasa corrupción, pero servir a que el producto del trabajo de las mayorías vaya todo a manos de una pequeña minoría. De tal modo, en política lo que hay que discutir es cuál es el modelo político que lleva adelante cada partido o movimiento, no cuánto se lo ha acusado de corrupción.

Es que cuando la corrupción es de la derecha, de los de arriba, no se la denuncia. El caso de las offshore propiedad del presidente Macri, o ahora el allanamiento a la Casa Rosada, casi no se han conocido en la Argentina. Pero eso ocurre porque a los medios la corrupción, por sí misma, no les interesa: lo que les interesa es qué política lleva adelante cada gobierno.

Y ellos apoyan al gobierno de los empresarios. Al que ataca a los derechos laborales diciendo que quienes los defienden son parte de ‘mafias’, al gobierno que acaba de quitar miles de pensiones para discapacitados, al que ha bajado -en términos reales- los salarios de casi todos los argentinos. Ese es ‘su’ gobierno. Y que haya corrupción en él, los tiene sin cuidado. Y si hubo corrupción en el gobierno anterior, eso solo les importa a la hora de usarla como argumento contra un gobierno al que enfrentaron, no por sus defectos, sino por lo que hizo bien: porque mejoró la situación de los de abajo, porque cobró impuestos y retenciones a los más pudientes para poder redistribuir la renta. Y es eso lo que esos sectores periodísticos han detestado, lo cual los lleva a su denuncia tuerta, unilateral sobre la corrupción: la ven para un solo lado, disimulan aun ante evidencias tan extremas como es el allanamiento judicial a la Casa de Gobierno. (O)

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