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La batalla por Santiago

11 de octubre de 2017 - 00:00

Desde la desaparición forzada de Santiago Maldonado, una enconada batalla cultural se libra en la sociedad argentina por todos los medios de lucha imaginables.

El gobierno de Cambiemos, y quienes lo acompañan, sostienen y conducen desde la embajada de EE.UU., los medios de propaganda y el poder económico, pretenden que Santiago es un mentiroso que se escondió para perjudicar a Macri y favorecer la oposición electoral. “Se fue a Chile, está en Entre Ríos, nunca estuvo en Cushamen, murió en una acción terrorista”… han sido algunos de los discursos mediáticos del poder. En épocas de dictadura militar no requerían de tanto esfuerzo: con negar la detención y alegar vagas referencias a viajes exóticos alcanzaba para dominar la escena pública. Hubo que marchar mucho y librar colosales batallas políticas para romper la mentira. Pues de eso se trata, al crimen de Estado no le alcanza ocultar; requiere mentir, proponer un relato falso alternativo a la verdad pura. Por eso se puede resumir la acción de la familia y amigos, de los organismos de derechos humanos y el movimiento popular en una única acción: militar la verdad. El enfrentamiento entre el falso relato y la militancia de la verdad ha sido feroz y basta recordar las sobreactuaciones de Bullrich o Avruj para valorar lo conquistado en dos meses de enfrentamientos que tuvieron dos hitos, las marchas del primer y del segundo mes, cada vez más amplias y más contundentes en sus afirmaciones. De un modo perverso, los falseadores de la verdad se apoyan en nuestras propias conquistas de la memoria, la percepción popular de que las dictaduras militares, como las de Videla o Pinochet, utilizaron la desaparición forzada de militantes como un recurso masivo, sistemático y planificado; es por eso que preguntan cínicamente: ¿cómo va a ser esto una desaparición forzada si esto no es una dictadura? y sobresalen en esa práctica algunas personas que fueron parte de la lucha por la verdad, como Graciela Meijide.

Cierto es que el delito de desaparición forzada se sancionó como tal pensando en aquellas prácticas genocidas. Y fue mucho más tarde que se lo hizo, aunque el debate comenzó en 1980, y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre fue una de las primeras en promover la Convención Internacional, recién se aprobó en 2006 y aún un poco más tarde se legisló entre nosotros; leyes 26.298 de 2006 y la 26.679 de modificación del Código Penal en 2011. Aunque allí nada se dice de la necesidad de un plan sistemático o de la forma de gobierno para constituir desaparición forzada, sin embargo, en el imaginario social existe una relación causal entre dictadura/violación de los derechos humanos/desaparición forzada y lo contrario democracia/vigencia de los derechos humanos/excesos policiales autónomos. En eso se basa la campaña de Cambiemos de encubrimiento de la desaparición forzada de Santiago, en sus mentiras y nuestras conquistas de memoria.

No estamos en épocas de dictadura, pero ya no estamos en períodos de vigencia de las garantías constitucionales y el funcionamiento pleno de los espacios democráticos. Como una rana puesta en agua fría que se cocina lentamente sin darse cuenta, de la mano del encubrimiento de la desaparición forzada de Santiago pretenden llevarnos a un estado autoritario con máscara democrática. Que no es lo mismo que la democracia formal. Al defender la verdad de Santiago defendemos nuestros espacios democráticos y las marchas del 1 de octubre indican que hay un enorme sector social que no se resigna a vivir sin Santiago y sin Estado de derecho. Dialogar con ellos y convocarlos a defender la verdad es acaso la tarea primera de quienes queremos patria y libertad, o sea que nos devuelvan a Santiago. Ya. (O)

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