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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Judas

30 de noviembre de 2017 - 00:00

El Canciller de la Dignidad y el Patriotismo, como fuera calificado en su momento José Peralta, el ilustre actor e ideólogo de la Revolución Alfarista, escribió libros de historia que son ejemplo de apego a la verdad y la justicia.

Una de estas obras se intitula Eloy Alfaro y sus victimarios, en la cual no deja hueso sano a la felonía de Leonidas Plaza Gutiérrez, el emboscado autor del arrastre de Alfaro y sus tenientes en aquel fatídico 28 de enero de 1912, cuando el maridaje de liberales traidores y conservadores ultramontanos encendieron en El Ejido de Quito la ‘Hoguera Bárbara’, motivo de vergüenza histórica para el pueblo ecuatoriano.

Sobre este crimen volvió a escribir una y otra vez José Peralta, y seguramente pensando en el tenebroso asesino del arrastre, poco después, desterrado en Lima por el mismo Plaza Gutiérrez, dibujó entre sus Escritos del Destierro esta lapidaria estampa de Judas Iscariote:

“Allí donde hay un felón, un malagradecido, un infame que vende al benefactor y a la patria, un desleal que revela  el secreto  depositado en su pecho, un miserable que muerde la mano  que lo levantara del polvo, allí vemos toda la asquerosa y detestada catadura de Judas”.

Sin ser el único caso, la traición de Leonidas Plaza Gutiérrez resulta un modelo clásico de villanía en nuestro medio ecuatoriano.

Colocado por Alfaro al rango de los grandes generales de la revolución del 5 de junio, encumbrado por él y por José Peralta al solio presidencial en 1901, amarrado por matrimonio de conveniencia a los terratenientes antialfaristas de Quito, reptando silenciosamente en conventos y casas ricas, el hábil conspirador fue juntando amigos y testaferros, engañando a ingenuos y honestos militares, utilizando a los mercenarios de los medios privados, hasta armar la caída del ‘Viejo Luchador’ y sus compañeros de armas.

Ahora, cuando tanto se habla de deslealtades y traiciones, la juventud debe repasar estas crudas páginas de la historia, y desterrar lejos el ejemplo de Judas y las 30 monedas de la traición, que hoy se traducirían, cuando menos, en $ 30 millones. (O)

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