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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

JRAP: una esperanza cierta

29 de mayo de 2014 - 00:00

Entre los reveses que arrojaron las elecciones del 23 de febrero último, uno de los más graves fue la constatación de que considerables sectores de la juventud ecuatoriana, principalmente en Quito y Cuenca, se alejaron de Alianza PAIS y apoyaron otras opciones políticas, combinadas con la derecha. Las causas han sido ampliamente divulgadas desde ese día: sectarismo, falta de debates democráticos internos, menosprecio a la opinión de las bases, etc. Conjunto de errores y defectos que permitió, por ejemplo, que la oposición de diferentes colores manejara el problema del Yasuní a su antojo, conquistando amplios sectores de jóvenes y adolescentes mediante discursos hábilmente adobados, que incluyeron pronunciamientos seudoecologistas de parte de feroces depredadores de bosques, ríos y manglares.

Ahora esos sectores anuncian cacerolazos masivos para el 5 de junio, a imitación de lo que se hace en Venezuela y con el mismo propósito de allá: desestabilizar el proceso en marcha, tumbar al Gobierno y servir con ello los descomunales apetitos del imperio. La CIA, sus experimentados agentes y sus numerosos tontos útiles no trabajan en vano.

Para el gobierno de la Revolución Ciudadana, reconquistar el apoyo masivo de la juventud será cuesta arriba, especialmente si se toma en cuenta que hasta la fecha Alianza PAIS no ha podido ni ha sabido articular una organización que canalice los sueños, las energías y la creatividad de la nueva generación, pese a disponer de toda clase de medios y recursos, como son los del arte, la cultura y el esparcimiento. Vacíos fáciles de llenar para la infatigable oposición a través de la demagogia, los recursos monetarios y el ‘tsunami’ cultural que maneja el imperio.

En estas condiciones, es alentador el surgimiento de movimientos juveniles que, apoyando los postulados de la Revolución Ciudadana, procuran moverse por cauces propios y organizarse a su manera. Es el caso de la denominada Juventud Revolucionaria Alianza PAIS o JRAP, como sus  miembros prefieren denominarse. La hemos visto nacer y crecer desde hace más de dos años, a través de encuentros y convenciones a tres de los cuales hemos concurrido como disertantes invitados: Riobamba, Jambelí, Guayaquil. En cada ocasión nos ha sorprendido el espíritu democrático con que sus miembros llevan a cabo ese tipo de reuniones. En Jambelí, por ejemplo, un centenar de concurrentes eligió una directiva nacional postulando y discutiendo candidaturas, emitiendo votos estrictamente secretos y respetando los resultados.

En estos eventos no se han desplegado las clásicas ansias electoreras de otros, ni se han planificado gestiones de empleos burocráticos; en cambio, se ha puesto énfasis en la necesidad de la formación política mediante el conocimiento de los problemas contemporáneos del país y de América Latina, así como rescatando las figuras emblemáticas de nuestra historia, como es el caso de Eloy Alfaro. Por otra parte, del seno de la JRAP surgen figuras juveniles que cautivan el interés de los demás. Por ejemplo, en el encuentro de 17 de mayo reunido en Guayaquil, una militante de l8 años, manabita, sorprendió a todos con un discurso improvisado, alejado de lugares comunes y de las recetas repetitivas que tanto aburren al público y que demuestran la vaciedad de la mayor parte de la oratoria actual, gris y copista.

El caso de la JRAP demuestra la posibilidad de emprender movimientos juveniles de vasto alcance, siempre que se aplique la sabia enseñanza de Simón Rodríguez, el maestro del Libertador, que sentenció: “O inventamos o erramos”.

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